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Reconocimiento a las Mujeres: Retribución en el Líbano

CNEWA reconoce las contribuciones de las mujeres con nuestra misión en solidaridad con los pobres y vulnerables en todo el mundo. Hoy, y durante el resto de marzo, destacaremos las historias de mujeres en el mundo de CNEWA, contadas en la revista ONE y en nuestro blog a través de los años.

Cuando se produjo la explosión del puerto de Beirut el 4 de agosto de 2020, la vida de Gassia Fahed se vio drásticamente alterada. Ella y su familia, que con frecuencia cuidaban a los menos afortunados, de repente se vieron ellos mismos en una situación de necesidad.    

A continuación mostramos un extracto en español del artículo de otoño de 2020 de la revista ONE “Faith Is the Only Thing We Have Now, disponible solo en inglés. Puede acceder al artículo completo aquí.

Gassia Fahed nunca olvidará el día.

Eran poco después de las 6 de la tarde del 4 de agosto. Ella y su hija de casi 2 años, Heaven, estaban solas en su apartamento, a unas cinco millas del puerto de Beirut. Su esposo, Issac, no estaba en casa. Fahed escuchó la explosión y salió al balcón para ver qué estaba sucediendo.

“Vi esta enorme nube como hongo en el cielo”, recuerda. Mientras corría hacia adentro para llamar por teléfono a su esposo, ocurrió la segunda explosión. Los vidrios de las ventanas volaron por todas partes, cayendo sobre su hija, que estaba sentada en el sofá.

“Jesús la protegió, verdaderamente. No había ni un rasguño en ella”, exclama Fahed, con los ojos aún muy abiertos de asombro.

Fue un momento grabado en su memoria —y en la historia del Líbano. La explosión fue una de las explosiones no nucleares más grandes jamás registradas, con edificios dañados a más de 12 millas de distancia. La explosión se atribuye a 2.750 toneladas métricas de nitrato de amonio almacenadas durante años en un almacén.

Al 30 de agosto, el desastre había matado a 190 personas, herido a más de 6.500 y dejado a más de 300.000 personas sin hogar. Además de miles de hogares dañados, 159 escuelas fueron dañadas, varias iglesias, seis hospitales y 20 clínicas de salud. Se estima que más de 70.000 trabajadores han perdido sus empleos como resultado de la catástrofe.

Para el Líbano, es una herida dolorosa más en la larga historia del país. Pero para la señora Fahed, y para muchos otros en el país, la explosión fue otro recordatorio de la fragilidad de la vida.

Al principio de su relación, antes de casarse, Issac y Gassia Fahed comenzaron una tradición: elegir no intercambiar regalos en Navidad.

“En cambio, decidimos que haríamos felices a otros, a las personas necesitadas”, explica Fahed.

Se acercaron a la Corporación Conmemorativa Howard Karagheusian,  una comunidad sin fines de lucro y centro de salud en el barrio Bourj Hammoud, predominantemente armenio de Beirut, pidiendo que se les proporcionaran los nombres de dos o tres familias con niños, así como las necesidades específicas de esas familias. La razón por la que eligieron Karagheusian, dice Fahed, es porque es “una de las organizaciones más confiables en el Líbano. La gerencia y el personal, el grupo de personas que trabajan con Karagheusian son dedicados y comprometidos. Y sé que todo lo que reciben, cada gota de agua, se lo dan a los necesitados”.

Issac se vestía como Santa Claus, y la pareja visitaba a las familias.

“Íbamos y pasábamos tiempo con ellos y les dábamos regalos. Nuestro objetivo era no solo ayudarlos económicamente, sino también brindarles amor y alegría. Les hablábamos de Jesús, de la Navidad como la temporada para dar y de cómo Dios envió a su único hijo al mundo”, explica Fahed.

“Lo disfrutábamos mucho, también lo hicimos en Pascua”, agrega.

“Ahora, en lugar de ayudar a los necesitados, nosotros somos los necesitados”, dice, con los ojos llenos de lágrimas. “No podría haber imaginado que los roles se invertirían así”.

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