La siguiente es una declaración de los patriarcas y jefes de las iglesias en Jerusalén sobre el conflicto en curso en Tierra Santa, el 26 de agosto.
Declaración
“Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios”.
(Mateo 5,9).
A medida que nos acercamos rápidamente al duodécimo mes de la actual devastadora guerra, Nosotros, los Patriarcas y Jefes de las Iglesias en Jerusalén, nos sentimos obligados a expresar una vez más nuestra grave preocupación por su terrible dirección. Porque a pesar de los repetidos llamamientos de nuestra parte y de la comunidad internacional para que se reduzca la violencia, la situación en nuestra querida Tierra Santa no ha hecho más que seguir deteriorándose.
Millones de refugiados siguen desplazados y sus hogares son inaccesibles, destruidos o irreparables. Cientos de inocentes mueren semanalmente o resultan gravemente heridos por ataques indiscriminados. Muchos otros siguen padeciendo hambre, sed y enfermedades infecciosas. Entre ellos se encuentran aquellos que languidecen en cautiverio por todos lados, quienes además corren el riesgo de sufrir malos tratos por parte de sus captores. Otros, lejos de los campos de batalla, han sufrido ataques desenfrenados contra sus aldeas, pastos y tierras de cultivo.
A lo largo de todo esto, las negociaciones de alto el fuego se han prolongado interminablemente, y los líderes de las partes en conflicto aparentemente están más preocupados por consideraciones políticas que por poner fin a la búsqueda de muerte y destrucción. Estas repetidas demoras, sumadas a otros actos de provocación, sólo han servido para aumentar las tensiones hasta el punto de que nos encontramos al borde de una guerra regional en toda regla.
En vista de estos alarmantes acontecimientos, Nosotros, los Patriarcas y Jefes de las Iglesias en Jerusalén, imploramos una vez más a los líderes de las partes en conflicto que presten atención a nuestros llamamientos y a los de la comunidad internacional (Resolución 2735 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas) para alcanzar rápidamente un acuerdo para una alto el fuego que resulte en el fin de la guerra, la liberación de todos los cautivos, el regreso de los desplazados, el tratamiento de los enfermos y heridos, el alivio de aquellos que tienen hambre y sed y la reconstrucción de todas las estructuras civiles públicas y privadas que han sido destruido.
Igual de importante es que instamos a los líderes de estos pueblos, en concierto con la comunidad internacional, a iniciar sin demora conversaciones diplomáticas que aborden los agravios de larga data entre ellos, y que conduzcan a medidas concretas que promuevan una paz justa y duradera en nuestra región mediante la adopción de una solución de dos Estados internacionalmente legítima.
Si bien hacemos estos llamados en beneficio de todos los que habitamos la región, expresamos nuestra especial preocupación por aquellas comunidades cristianas bajo nuestro cargo pastoral. Entre ellos se incluyen aquellos que se refugian en Gaza en la Iglesia Ortodoxa de San Porfirio y la Iglesia Católica de la Sagrada Familia, así como el valiente personal del Hospital Anglicano al-Ahli y los pacientes bajo su cuidado. Les prometemos nuestras continuas oraciones y apoyo tanto ahora como cuando concluya la guerra, cuando trabajemos juntos para reconstruir y fortalecer la presencia cristiana en Gaza, así como en toda Tierra Santa.
Finalmente, hacemos un llamamiento a los cristianos y a todas las personas de buena voluntad de todo el mundo para que promuevan una visión de vida y paz en toda nuestra región devastada por la guerra, recordando las palabras de Cristo, citadas anteriormente: “Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios”. ” (Mateo 5:9). Durante este tiempo de crisis extrema, volvamos a comprometernos a trabajar y orar juntos con la esperanza de que, por la gracia del Todopoderoso, podamos comenzar a hacer realidad esta sagrada visión de paz entre todos los hijos de Dios.
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