Nota editorial: El viernes pasado, el asistente especial del presidente de CNEWA, el Padre de la Expiación Elias Mallon, abordó el tema de la naturaleza de la trata de personas y la esclavitud y su presencia desde los albores de la historia humana. A continuación, en el segundo de sus dos artículos sobre el mismo tema, analiza la situación contemporánea, especialmente cuando la Iglesia Católica se dedica a combatir el delito de la trata de personas y otras formas de esclavitud.
Finalmente, una acotación sobre las fuentes primarias del autor: un informe publicado en 2022 por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito revela una disminución significativa en la trata de personas para la industria del sexo y la prostitución desde la publicación de un estudio encargado por la Oficina Internacional del Trabajo en Ginebra en 2017. Debido a que el informe de 2022 se publicó durante la pandemia de coronavirus, se desconoce si esta disminución es permanente o simplemente un reflejo de la pandemia.
En la primera parte de esta serie, notamos que la esclavitud, es decir, la retención de esclavos, fue prohibida en el “mundo cristiano” con su abolición en Brasil en 1888, mientras que su legalidad global cesó con la abolición de la esclavitud en Mauritania en 1981. Aunque estos son eventos de tremenda importancia histórica, quedan graves datos.
En un día cualquiera de 2016, según un estimado publicado en Ginebra en 2017 por la Organización Internacional del Trabajo, 40 millones de personas fueron víctimas de la esclavitud moderna. De este número, el informe de Estimaciones Globales señala que las mujeres representaron el 71% de las víctimas de la trata y que los niños representaron una cuarta parte. El estudio también señaló una disminución del 24% en la explotación sexual.
La trata adopta muchas formas. Muchas personas la relacionan con la prostitución y la industria del sexo. El Instituto de la Trata de Personas informa que la explotación sexual representa el 38.7% de los casos de trata, pero el trabajo forzado en realidad representa un poco más en el 38.8%. Otras formas de tráfico incluyen la sustracción de órganos (0,2%), la adopción ilegal (0,3%), la mendicidad explotadora (0,7%), el matrimonio forzado (0,9%), la actividad criminal forzada (10,2%) y propósitos mixtos alrededor del 10,2%.
El mismo estudio estima que unos 25 millones de personas fueron empleadas contra su voluntad; 15,4 millones fueron casados por la fuerza; y una de cada cuatro víctimas era un niño.
Según un informe publicado en 2022 por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, los casos de trabajo forzado aumentaron al igual que el número de hombres adultos y niños explotados por los traficantes. En algunos casos, el “trabajo” involucrado es el servicio militar forzado. Los niños soldados no son en absoluto algo poco común en África. El papel que desempeñan las circunstancias económicas en esto es significativo. Los informes hablan de servidumbre por deudas. Si bien muchas víctimas son secuestradas u obligadas a la servidumbre contra su voluntad, el informe de 2017 afirma que, en 2016, el 51% de los 16 millones estaban en alguna forma de servidumbre por deudas en la economía privada.
El papel que desempeña la economía en la trata es poderoso y diverso. Además de la codicia y la inhumanidad de los traficantes y de la pobreza endémica en algunas partes del mundo, hay otros factores impulsores de la trata que deben entenderse si se quiere superar la trata.
Aunque no siempre se puede decir que son una causalidad directa, la pobreza, la deuda, la guerra y la degradación ambiental son importantes impulsores de la trata. La guerra produce un gran número de refugiados y desplazados internos y externos. Sin hogar, familia o ingresos, los refugiados son vulnerables a todo tipo de depredación por parte de los traficantes. Y aunque técnicamente diferente, la degradación ecológica, como la sequía y las inundaciones, así como el hambre, tienen prácticamente el mismo impacto en muchas poblaciones que el causado por la guerra.
Las diferentes formas de esclavitud moderna no están distribuidas uniformemente en todo el mundo. El estudio de Estimados Globales en 2017 informa que el trabajo forzado es más alto en la región de Asia/Pacífico (4 por cada 1,000 personas) y el matrimonio infantil más alto en África (4.8 por cada 1,000 personas).
No hay parte del mundo libre de ninguna forma de esclavitud moderna. Aunque Estimados Globales señala que el 62% de las personas esclavizadas se encuentran en Asia y el Pacífico, el 9% de las víctimas de trata se encuentran en Europa y Asia Central, mientras que el 5% vive en las Américas. Antes de que comience cualquier auto felicitación, es importante recordar que el 5% de 40 millones de víctimas de la esclavitud moderna según Estimados Globales es de 2 millones de personas, o más que la población de Filadelfia y más del doble de la población de San Francisco.
Aunque la intensidad de la trata de personas y las formas modernas de esclavitud varía de una región a otra, la trata de seres humanos es un problema mundial que afecta a todos en el planeta. Grupos religiosos, como la Asociación Católica para el Bienestar del Cercano Oriente, CNEWA, siguen desempeñando un papel esencial en la eliminación de la trata de personas. Programas como casas seguras y programas de apoyo a personas vulnerables a la trata, como son las personas sin hogar, los refugiados, los enfermos mentales, los niños; junto con su importantísima presencia “sobre el terreno”, sitúan a estas organizaciones en la primera línea de defensa contra todas las formas de trata de personas. Lo más importante es que esas organizaciones no sólo se ocupan de las víctimas de la trata, sino que, aún más importante, tratan de eliminar los factores que impulsan la trata, es decir, las cosas que hacen que las personas sean susceptibles a la explotación, todo lo cual hace que la trata de personas no sólo sea posible, sino lucrativa y rentable.