CNEWA Español

Un Refugio Seguro para Niños y Padres en Armenia

Nota del director: La periodista Gohar Abrahamyan viajó a Ararat, una pequeña ciudad en el suroeste de Armenia, cerca de la frontera con Turquía, para cubrir un proyecto especial de una organización eclesiástica local que tiene como objetivo abordar el problema de la pobreza infantil en Armenia. Escuche esta reflexión sobre su experiencia en su informe de audio y lea la historia completa en “A Bright Spot» en la edición de diciembre de la revista ONE. A continuación, le presentamos una transcripción completa del informe de audio traducido al español.

Desde hace varios días ya, las palabras de los niños que asisten al Centro El Principito han resonado en mis oídos: “Se siente bien aquí”.

“Sirven comida deliciosa”.

“Nadie grita”.

“Soy feliz aquí”.

El centro cuenta con el apoyo de la Asociación Católica para el Bienestar del Cercano Oriente, CNEWA. Está ubicado en el centro de Artashat, el centro regional de la región de Ararat, a unos 40 km de la capital de Armenia, Ereván.

[El centro] proporciona apoyo social y psicológico y lleva a cabo lecciones de habilidades para la vida, del mismo modo que promueve un estilo de vida saludable para 95 niños y sus familias. Todos los días el edificio se llena de la alegre bulla de los niños que asisten a este centro.

Cuando todos se reúnen, se sientan en la cocina, rezan y luego comen juntos. Puré de patatas, chuletas de carne, ensaladas, queso, pan, es el menú del día. Los niños que vienen aquí justo después de la escuela no siempre son capaces de controlarse a sí mismos y ocultar el hecho de que tienen hambre. Por lo tanto, la habitación se llena con el chasquido de los platos y los cubiertos.

Es un momento emotivo. La mayoría de los niños no han comido nada hoy, y probablemente esta será la última comida que tengan en el día. La mayoría de ellos comen alimentos nutritivos solo aquí. La mayoría de ellos probablemente viene aquí para tener una comida caliente dos o tres veces a la semana. Me siento impotente. Salgo de la sala y decido esperar en un vestíbulo hasta que comiencen las clases.

Una mujer está esperando allí también. Empiezo a hacerle preguntas. Ella dice que trae a su hija aquí. Luego comienza a contar cómo el centro se ha convertido en un refugio seguro en su vida problemática, llena de abuso y deshonra.

Comienza la clase de baile. La hija de la mujer es una de las mejores bailarinas. La mujer vive en cada movimiento de su hija, y parece que ve la clave de su salvación en cada movimiento que su hija domina. Ojalá se pudieran abrir muchas puertas con esa llave.

Las máquinas de coser cobran vida llenando la habitación con un ambiente de trabajo. Tanto las niñas como los niños están incluidos en los grupos. Aquí aprenden a coser y tejer. Podrán usar estas habilidades durante toda su vida dondequiera que estén. Al mismo tiempo, se está llevando a cabo una clase de educación física en el patio, que fortalece a los niños y les enseña a llevar sus cuerpos correctamente.

En el centro, cada segundo se utiliza para administrar el tiempo de manera eficiente para adquirir nuevas habilidades, nuevas capacidades y para responder adecuadamente a cada situación de la vida.

Por supuesto, me duele que mi país esté agobiado por muchas dificultades y que todavía haya niños que se van a dormir medio hambrientos. Incluso hay regiones en las que cada segundo niño pasa hambre. Pero al mismo tiempo, me siento aliviada de que estén en buenas manos en este centro y que el conocimiento y las habilidades que reciben aquí algún día, sin duda, romperán la cadena de la pobreza y las dificultades.


Una especialista en comunicaciones, Gohar Abrahamyan gestiona cuestiones de justicia y paz en el Cáucaso para los medios de comunicación locales e internacionales.

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