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Fe y coraje en la ‘zona gris’ de Ucrania

Ivan Smyglia y Denys Kurpikov dicen que “no tenían otra opción” que ayudar a entregar los alimentos y suministros que eran necesarios en algunos de los lugares más peligrosos y de más difícil acceso en un país en guerra.

“Junto con la hermana Lucía, a menudo entrabamos en una ‘zona gris’. Estas eran las poblaciones en la línea del frente, entre nuestro ejército y el ejército de la Federación Rusa. Esos territorios que Ucrania no controlaba”, dijo el Sr. Kuprikov.

Kuprikov se refería a la Hermana Lucia Murashko, OSBM, miembro de la Orden Católica Griega Ucraniana de San Basilio el Grande. La Hermana Lucía ha vivido en un monasterio en Zaporizhzhia, con otras hermanas basilianas que sirven en la parroquia católica griega ucraniana local. Las hermanas también han brindado ayuda humanitaria dentro de su comunidad parroquial, y a civiles y soldados ucranianos en el frente, a solo 30 millas de distancia, desde que estalló la guerra a gran escala el 24 de febrero, 2022.

Smyglia dirigía una empresa exitosa, Ivan-Taxi, en 10 ciudades ucranianas y en Varsovia, cuando Rusia inició su invasión a Ucrania.

“Cuando comenzó la guerra, mi equipo y yo no teníamos otra opción. Tenía un sentimiento muy profundo de necesidad de ayudar”, dijo. “Junto a unos amigos, tomamos nuestros autos y algunos ahorros que teníamos, llamamos a algunas personas, otras prepararon comida, y comenzamos a ayudar a nuestro ejército”.

Desde entonces, Smyglia y Kuprikov han entregado ayuda humanitaria a tiempo completo a soldados y civiles ucranianos en la línea del frente o cerca de ella.

En entrevista con la revista ONE en Zaporizhzhia, sureste de Ucrania, Smyglia dijo que su iniciativa de ayuda humanitaria no oficial comenzó de manera muy simple. “Simplemente escribí un mensaje en la aplicación del chat de mi edificio de apartamentos: ‘Por favor traigan lo que puedan’”.

Al principio, la gente traía grandes bolsas de compras llenas de productos. “Pero después de un mes o dos, la gente se cansó”, dijo. Ellos “empezaron a pensar en sus propias necesidades” y las donaciones comenzaron a disminuir.

“Entonces, justo cuando pensábamos que no podíamos hacer más, conocimos a la hermana Lucía”, tal vez fue el destino dijo Kuprikov. “Juntos llegamos a un acuerdo de que ella nos ayudaría”.

En julio pasado, las hermanas comenzaron a proporcionar al Smyglia y Kuprikov una variedad de suministros, incluidos alimentos, ropa, colchonetas, sacos de dormir y generadores eléctricos. Cada vez que les decían a las hermanas sobre las necesidades que encontraban en el campo, “la respuesta era: ‘Envíenos una lista y nos encargaremos de eso’”, dijo Smyglia.

“Siempre nos llenaron de suministros”, dijo, con la voz quebrada por la emoción.

Kuprikov recordó una vez que conducía hacia la “zona gris” bajo fuego de morteros con la hermana Lucía.

“Fue difícil y aterrador”, dijo. “Recuerdo que llevamos comida a un anciano y el mortero explotó cerca. Tenía una bolsa de 40 libras en mis manos y salté en el acto”.

“La hermana Lucía tomó mi mano y dijo: ‘Todo está bien. Dios está con nosotros’”. Estas fueron palabras a las que no solía prestar mucha atención antes”, dijo. “Pero ahora, cuando estoy manejando solo o cuando estoy con Iván y nos encontramos en circunstancias difíciles, recuerdo las palabras de la hermana Lucía y me siento mejor”.

Smyglia dijo que le era imposible calcular la cantidad de ayuda que habían entregado a soldados y civiles, incluso en pueblos donde las autoridades locales no habían podido brindar asistencia, como Preobrazhenka, Novodanylivka y Mala Tokmachka.

“Había ancianos y ancianas que no podían salir de sus pueblos”, dijo Kuprikov. “Muchas personas habían estado sin agua o electricidad durante varios meses cuando llegamos”.

La experiencia de Smyglia con las hermanas basilianas y la Iglesia Católica Griega Ucraniana el año pasado también inició una “nueva página” en su vida.

“Realmente no tenía ni idea sobre la iglesia, la fe o cuál era mi opinión sobre todo esto”, dijo. “No lo entendía. No había nadie quien me enseñara estas cosas cuando era pequeño”.

Después de reevaluar su vida y su fe a la luz de la guerra, decidió proponerle a su esposa de 21 años que se casaran por la iglesia.

“Creo que nuestro matrimonio será más fuerte”, dijo. “Amo mucho a mi esposa y a mis hijos, son mi alma y mi corazón, no puedo imaginar mi vida sin ellos, pero debemos estar casados ​​ante los ojos de Dios”.


Konstantin Chernichkin realizó las entrevistas en ucraniano. Mariana Karapinka proporcionó la traducción al inglés. J. Antonio Montano tradujo al español.

Laura Ieraci es directora de la la revista ONE.

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