Los cristianos en Egipto han mantenido una rica historia de más de 2000 años desde que San Marcos el Evangelista llegó allí alrededor del año 42 d. C. Más del 90 por ciento de los cristianos egipcios (conocidos como coptos) pertenecen a la Iglesia ortodoxa copta. Los católicos coptos suman solo unos 250.000 miembros y están dispersos en ocho eparquías, desde Asuán en el sur hasta Alejandría en el norte. El país también alberga comunidades católicas más pequeñas pertenecientes a las iglesias armenia, caldea, latina, maronita, melquita, griega y siríaca.
El país sufre graves desafíos humanitarios. Se estima que el 32,5 por ciento de la población vive por debajo del umbral de pobreza y el 9,7 por ciento está desempleado. El sistema de salud enfrenta a una presión creciente debido a la pandemia del coronavirus. Los trabajadores de todo el país han tenido una pérdida significativa de ingresos con la recesión económica que siguió.
Los problemas económicos abruman a los jóvenes, los niños y otros grupos vulnerables de Egipto. La Organización Internacional del Trabajo informa que el 27,2 por ciento de los jóvenes elegibles para trabajar están desempleados o no están inscritos en programas educativos o de capacitación. Las escuelas están superpobladas y carecen de los recursos adecuados. Los maestros reciben capacitación limitada, y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) informa que el plan de estudios se enfoca en la memorización en lugar de desarrollar habilidades analíticas. El trabajo infantil y la discriminación contra las niñas también plantean importantes desafíos para el sector de la educación.
Las poblaciones cristianas se enfrentan a niveles desproporcionados de pobreza, analfabetismo, desempleo, discriminación y violencia, mientras soportan importantes restricciones a su libertad religiosa. Por ejemplo, la mayoría de los cristianos residen en el Alto Egipto, que alberga al 40 por ciento de la población del país. Sin embargo, el Banco Mundial informa que el 80 por ciento de las personas que viven en el Alto Egipto viven en la pobreza extrema. Otros cristianos viven en El Cairo y Alejandría, donde muchos encuentran sustanciales barreras para conseguir empleo en el sector público, incluyendo a las fuerzas armadas y el servicio civil.
Las autoridades han restringido durante mucho tiempo los derechos de los cristianos para construir, mantener y operar iglesias. La ley egipcia requiere que los líderes de la iglesia obtengan permiso de los gobernadores para construir o renovar iglesias y demostrar que el tamaño de cada iglesia corresponderá al “número y la necesidad” de los cristianos que ya viven en un área determinada. Una resolución presentada en la Cámara de Representantes de Estados Unidos en enero de 2021 señala que “de aproximadamente 5500 iglesias y edificios religiosos sin licencia en espera de legalización, las autoridades han reconocido condicionalmente aproximadamente 1800”. El gobierno egipcio está trabajando en una nueva ley sobre el estado civil de los cristianos egipcios. Según Fides, la agencia noticiosa del Vaticano, se espera que el proyecto de ley se presente a la consideración de la próxima sesión parlamentaria, que comenzó en enero de 2022, y se someta a votación.
En medio de estos desafíos y amenazas, la Asociación Católica para el Bienestar del Cercano Oriente (CNEWA) brinda una asistencia crucial para sostener y fortalecer la presencia cristiana. Aunque los católicos son una minoría dentro de una minoría, administran una serie de programas y servicios que benefician a los más marginados de la población del país.