La Asociación Católica para el Bienestar del Cercano Oriente (CNEWA) exhorta a nuestros lectores a “mirar al oriente”. Hay una buena razón pare hacerlo. Uno de los principales propósitos de CNEWA es formar conciencia en los católicos romanos de la realidad de que no somos los únicos católicos. La cristiandad con la que la mayoría de católicos están familiarizados se desarrolló a orillas del Mar Mediterráneo, con dos centros principales: Roma y Constantinopla. Esta área era básicamente el oikouménē, “es decir el mundo habitado, civilizado, de habla griega”. Las grandes tradiciones católicas y ortodoxas tienen sus raíces en las iglesias de estas ciudades.
Sin embargo, existió otro mundo cristiano que eventualmente se separó política, geográfica y teológicamente del Occidente y de la cristiandad bizantina. Una de las tradiciones en ese mundo cristiano llegó a conocerse como las iglesias siriacas (y algunas veces nestorianas).
El 9 de junio, la Iglesia Católica Romana conmemora a San Efrén el Sirio (aprox. 306-373), un diácono y Doctor de la Iglesia. Aunque Efrén (o Efraín) es una persona extremadamente importante, él también es un buen punto de partida para entender mejor la tradición y la iglesia con las que, lamentablemente, la mayoría de cristianos no están familiarizados.
Efrén nació alrededor del año 306 en la ciudad de Nisibis y pasó una parte importante de su vida en la ciudad de Edesa. Ambas ciudades son muy importantes. Nisibis es ahora la moderna ciudad de Nusaybin en Turquía. Está ubicada a unas 160 millas al noroeste de Mosul, Irak, que recientemente fue liberado de ISIS. Edesa es ahora la moderna ciudad turca de Sanliurfa, ubicada a 200 kilómetros al oeste de Nusaybin. Entre las dos ciudades se encontraba la frontera que, con frecuencia, cambiaba entre el Imperio griego, cristiano, bizantino y el imperio persa, zoroástrico y sasánida. Los dos imperios estuvieron en guerra durante casi 200 años.
Debido a que era una frontera cambiante, los cristianos de habla siria en Mesopotamia se encontraban algunas veces bajo control bizantino y algunas veces bajo control sasánida—y con mucha frecuencia ninguno de los dos imperios era muy amigable con los pobladores.
Nisibis y Edesa fueron grandes centros de aprendizaje. En sus principales facultades se enseñaba filosofía, teología y medicina. Efrén enseñó en ambas ciudades Nisibis y Edesa. La Escuela de Nisibis fue fundada en el año 350, pero la ciudad fue conquistada por los persas en 363 y los eruditos, incluyendo a Efrén, se trasladaron hacia el oeste a Edesa, que permaneció bajo control bizantino. En 489, como resultado de la controversia nestoriana, el emperador bizantino Zenón cerró la Escuela de Edesa, a la que encontró demasiado “nestoriana”, es decir, heterodoxa. Luego, la escuela regresó a Nisibis.
Edesa y Nisibis compiten por el cuestionable título de tener la “universidad más antigua del mundo”. No obstante, esos centros de aprendizaje eran muy respetados y estudiosos de Occidente, como Casiodoro (487-585), las usaron como modelo para abrir sus propios centros de enseñanza en la Europa latina.
La teología de Nisibis y Edesa, y ciertamente la de Efrén, son inusuales para los católicos romanos, acostumbrados a los filósofos y teólogos medievales de Europa. Aunque Efrén escribió varios comentarios bíblicos en prosa siríaca, es más conocido por sus sermones e himnos. Efrén escribió más de 400 himnos. Estos no son en modo alguno simples escritos piadosos y ocasionales que acompañaban a materias más serias. Los himnos de Efrén son lo que se conoce en el idioma siríaco como “madrasa”, enseñanza (cf. hebreo midraš, “comentario bíblico” y árabe madraza, “escuela”). Estos “himnos didácticos” son esenciales para la articulación de la teología de Efrén y son análogos a las Summas de Santo Tomás de Aquino. Son géneros literarios radicalmente diferentes, pero cada uno de ellos representa una teología igualmente seria. Las homilías de Efrén no son pura prosa, sino una forma poética diferente llamada memre, “palabras”, en el idioma siríaco.
A medida que respondemos al pedido de CNEWA de “mirar hacia el Oriente”, Efrén y las escuelas de Edesa y Nisibis ofrecen algunos puntos interesantes para reflexionar. Tomando la advertencia de Shakespeare de que “las comparaciones huelen mal” (“Mucho ruido y pocas nueces”), algunas comparaciones, sin embargo, podrían ser útiles. Si en Occidente, la teología se preocupaba por la amplitud, la lógica, la filosofía, etc., todas cosas muy importantes, la teología siríaca prestó mucha atención a la estética y a la imaginación religiosa. Para ser justos, Aquino escribió poesía y le gustaba mucho el libro bíblico Cantar de los Cantares. Sin embargo, la imaginación estética y religiosa juega un papel mucho menor en sus Summas. Las obras teológicas más importantes de Aquino están en prosa en latín; las obras teológicas más importantes de Efrén están en poesía siríaca.
Cuando “miramos hacia el Oriente”, no nos enfrentamos a un es uno o el otro. Sin embargo, nos enfrentamos a un desafío muy importante. ¿Hemos dejado que nuestra teologización oficial y profesional se vuelva demasiado formalista y seca, algo que es muy difícil de conectar con cualquier euangelion o Buena Nueva? ¿Puede hacerse más atractivo nuestro mensaje apelando no solo al intelecto sino también a las emociones y a nuestro sentido estético?
Efrén y la tradición siríaca nos muestran que la teología puede ser profunda, seria y hermosa al mismo tiempo, y solo las obras de Efrén nos ofrecen cientos de ejemplos de cómo puede ser.