El Preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas, establecida en 1945, dice: “Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles”.
En el momento de la publicación de la carta, muchas capitales del mundo estaban en ruinas o dañadas. Cuando la carta habla del “flagelo de la Guerra”, el horror es fresco y palpable: entre 110 y 125 millones de personas murieron o resultaron heridas entre el comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914 y el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945. Los horrores de la era atómica desatada en Hiroshima y Nagasaki comprometieron a los fundadores del organismo mundial con un propósito singular: prevenir futuras guerras.
Al reflexionar sobre las causas de ambas guerras, las Naciones Unidas consideraron que entre sus principales medios para prevenir la guerra se encuentran los siguientes:
“Los Miembros de la Organización arreglarán sus controversias internacionales por medios pacificos de tal manera que no se pongan en peligro ni la paz y la seguridad internacionales ni la justicia”.
“Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas”. (Carta de las Naciones Unidas, Artículo 2, Nos. 3 y 4).
En el primer cuarto del siglo XXI, la participación directa e indirecta en conflictos globales de dos de los miembros fundadores del organismo mundial, Estados Unidos y la Federación Rusa, contradice la Carta de las Naciones Unidas y constituye un importante desafío para los esfuerzos de paz de las Naciones Unidas. Aunque cada uno de estos conflictos tiene su propio sistema de lógica por parte de los agentes, generalmente no son apoyados o considerados justificados por la mayoría de los estados miembros de la Asamblea General de la ONU.
En la estructura de las Naciones Unidas hay seis “órganos”. [1] Nos preocupa tres de esos órganos: la Secretaría General, la Asamblea General y, especialmente, el Consejo de Seguridad.
El Consejo de Seguridad es el más poderoso y posiblemente el menos democrático de los tres órganos. Solo el consejo tiene la autoridad para emitir resoluciones que sean vinculantes para los estados miembros (las resoluciones de la Asamblea General no son vinculantes). Sus resoluciones son aplicadas por las fuerzas de paz de la ONU, es decir, fuerzas militares proporcionadas voluntariamente por los estados miembros y financiadas independientemente del presupuesto principal de la ONU.
El Consejo de Seguridad está integrado por los cinco miembros permanentes —los P-5— y 10 miembros elegidos por la Asamblea General por un período de dos años por región geográfica. Cualquier miembro del P-5 puede vetar cualquier resolución sustantiva, incluso si el resultado de los votos es de 14 contra 1.
Esto significa que si las acciones de cualquier miembro del P-5 se convierten en el tema del Consejo de Seguridad y se aprueba una resolución, ese miembro del P-5 puede simplemente vetarla. En la práctica, si algún miembro del P-5 está involucrado en una actividad contraria a la Carta de las Naciones Unidas o al derecho internacional, su poder de veto absoluto puede anular cualquier sanción o condena del Consejo de Seguridad, que en la acción es como una forma de inmunidad.
Más recientemente, el veto de los P-5 ha desempeñado un papel (no útil) en los intentos de lograr un alto el fuego en Gaza. Aunque una amplia mayoría del Consejo de Seguridad apoyó un alto el fuego, Estados Unidos efectivamente emitió un veto en tres ocasiones (18 de octubre 2023, 8 de diciembre 2023 y 20 de febrero 2024). El 22 de marzo 2024, Rusia y China vetaron una resolución de alto al fuego propuesta al Consejo de Seguridad por Estados Unidos. Finalmente, el consejo aprobó un alto el fuego en Gaza, con 14 miembros a favor y Estados Unidos absteniéndose.
En lo que respecta a la “batalla del veto”, hay grandes similitudes entre los conflictos de Gaza y Ucrania. Rusia vetará cualquier resolución que no sea favorable a sus propios intereses, tal como lo hizo Estados Unidos con respecto a sus propios intereses y los de Israel.
En ambos conflictos, la credibilidad de la estructura de la ONU está siendo cuestionada. En términos muy generales, Estados Unidos y sus aliados ven y responden a la invasión rusa de Ucrania como un ataque imperialista a la soberanía de Ucrania. Muchos miembros del Sur Global ven la invasión israelí de Gaza como un acto de agresión colonialista. El aparato de paz de la ONU, en su mayor parte, ha sido incapaz de alcanzar una solución justa a ninguno de los dos conflictos porque están en juego los intereses de dos miembros del Consejo de Seguridad P-5 con poder de veto absoluto.
Un breve repaso a la historia de los vetos de los miembros permanentes es instructivo. Durante los primeros 25 años de su existencia, todos menos cinco de los 85 vetos emitidos por los cinco miembros permanentes provinieron de la entonces Unión Soviética.
A lo largo de toda la historia de las Naciones Unidas, la República Popular China ha emitido 19 vetos; el Reino Unido, 29; Francia, 16. Muchos de los vetos chinos fueron emitidos con Rusia; la mayoría de los vetos británicos y franceses, hasta el 23 de diciembre 1989, fueron emitidos con los Estados Unidos. El resto de los vetos fueron emitidos por la U.R.S.S./Federación Rusa (128) y los Estados Unidos (86).
Desde principios del siglo XXI, Estados Unidos ha emitido 18 vetos, 16 de los cuales se referían a Israel y Palestina. Ningún otro miembro del P-5 se unió a Estados Unidos en estos vetos. En el mismo período, Rusia ha emitido 36 vetos, a menudo con China. Ni Francia ni el Reino Unido han ejercido el veto desde el año 2000.
El reto actual que enfrentan las Naciones Unidas es fundamental. El desafío no es si las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad pueden resolver los conflictos en Gaza y Ucrania. El problema es si las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad pueden resolver cualquier conflicto en el que choquen los intereses de cualquiera de sus cinco miembros permanentes.
Uno se pregunta: ¿Han olvidado las Naciones Unidas los horrores de la guerra, que alguna vez fueron tan palpables para los redactores de su carta en 1945?
[1] Los seis “órganos”: la Asamblea General de las Naciones Unidas (U.N.G.A.), la Secretaría de las Naciones Unidas (U.N.G.S.), la Corte Internacional de Justicia (C.I.C.J.), el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (U.N.S.C.), el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (E.C.O.S.O.C.) y el Consejo de Administración Fiduciaria de las Naciones Unidas. ↩︎