Nota de los directores: Para conmemorar el 75 aniversario de la fundación de la agencia operativa de CNEWA en el Medio Oriente, la Misión Pontificia para Palestina, cada edición de la revista en este año de múltiples aniversarios incluirá al menos un artículo sobre este esfuerzo especial de la Santa Sede en el Medio Oriente.
En la edición de septiembre, presentamos un reporte sobre Beit Mariam, un centro para niñas vulnerables, ubicado en la periferia de Amán, Jordania. Fundado y operado por las Franciscanas Misioneras de María, el centro ofrece a las niñas un lugar seguro para crecer en conocimiento, amistad y fe.
Cada tarde en Beit Mariam comienza con un abrazo. La hermana Rabha Kayrouz, F.M.M., y su colega Lorice Haddad abren los brazos a las 18 niñas que asisten, emocionadas de contar cómo les fue en su día. Beit Mariam (Casa de María) es un centro extraescolar, situado en al Hashmi al Shamali, un barrio de bajos ingresos al este de la capital jordana, Amán.
El centro recibe a niñas cristianas del área cinco días a la semana y ofrece un lugar seguro dedicado a la educación y el crecimiento personal a través de la tutoría, apoyo psicosocial e instrucción religiosa.
“¿Nos hemos lavado todas las manos?”, pregunta la hermana Rabha a las niñas que platican alegremente. Se canta un himno, se reza una oración y se sirve el almuerzo.
La hermana Rabha, directora del centro y miembro de las Misioneras Franciscanas de María, se sienta junto a Sahar Khoury, 10, y la anima a comer unas cucharadas más de arroz y carne.
Al Hashmi al Shamali es hogar de refugiados cristianos y musulmanes de Palestina, Irak y Siria. Una calle comercial principal conduce a callejones estrechos. Ropa humeda cuelga en las ventanas enrejadas de los abarrotados edificios de apartamentos, originalmente construidos como vivienda para soldados. Las cabras pastan entre la vegetación escasa y bolsas plásticas de basura, y a veces mordisquean ramas de olivo que los niños les dan. En una esquina, un pastor vende leche de cabra por 1 dinar jordano ($1,41) el cuarto de galón.
El año pasado, con más de un tercio de los jordanos viviendo bajo el umbral de la pobreza, el Banco Mundial reclasificó a Jordania como un país de ingresos bajos a medianos. Muchas de las niñas de Beit Mariam, cuyos padres en gran parte son jornaleros y cuyas madres están desempleadas, pertenecen a este grupo demográfico.
“Los mayores problemas que enfrentamos a diario son la pobreza y la ignorancia”, dice la hermana Rabha. Habla de las consecuencias de la pobreza en las niñas: deficiencias vitamínicas por ausencia de una dieta equilibrada, problemas de salud por la incapacidad de las familias de pagar atención médica, viviendas hacinadas y conflictos en el hogar.
“Las niñas son más ignoradas, mientras que a los niños se les motiva”, añade. “Elegimos enfocarnos en quienes quedaron atrás”.
La hermana biológica de la hermana Rabha, la hermana Wardeh Kayrouz, F.M.M., fundó Beit Mariam en 2011. Un día, durante su visita regular a las familias, vio a una niña cristiana quemando papel para hornear una papa, lo que la impulsó a iniciar un apostolado para niñas cristianas vulnerables. La hermana Wardeh se fue al Líbano, pero Beit Mariam continúa en la misma casa que el obispo local donó al principio.
“Los mayores problemas que enfrentamos a diario son la pobreza y la ignorancia”.
Los cristianos representan el 3% de la población total de Jordania; el resto es predominantemente musulmán suní. Norig Neveu, historiador del Instituto Francés del Cercano Oriente, investiga cuestiones religiosas en el país. Aunque Jordania tiene una “burguesía cristiana muy rica” e “históricamente, las grandes familias de comerciantes cristianos desempeñaron un papel intelectual en la construcción del estado jordano”, dice, “hay una pobreza significativa en la población cristiana existente, tanto entre refugiados cristianos como entre jordanos”.
“Abre tu libro de gramática”, le dice Raghad Hijazeen a una niña mientras le explica a otra cómo calcular el área de la superficie. Hijazeen, profesora en Beit Mariam, ayuda a las seis niñas sentadas a su alrededor con paciencia y atención individual.
Farah Haddad, 13, que asiste a Beit Mariam desde hace un año, dice que la tutoría en el centro, donde los adultos “son estrictos con nuestros estudios, pero cariñosos”, es útil.
“Entiendo en la escuela, pero necesito ayuda mientras hago mis tareas. Mi promedio era de 60.4% cuando llegué, ahora es de 80%”, dice.
Las niñas también reciben orientación en situaciones difíciles. Soul Hijazeen, 15, dice que una niña la acosaba en la escuela.
“La hermana Rabha me dijo que me tuviera más confianza y que no me preocupara por ella”, dice.
Maya Qaqish, 13, dice que se siente “más fuerte” con los adultos que la ayudan en Beit Mariam. “Soy tímida y estoy trabajando en mí misma para mejorar en las relaciones”, dice.
Haddad comenzó a trabajar como supervisora en Beit Mariam hace ocho años. Al jubilarse de una larga carrera como secretaria, se dio cuenta de que su pensión mensual de 120 dinares ($170) era insuficiente para mantener a su familia y pagar los préstamos de su esposo.
“Es un salario pequeño, pero es un regalo de Dios trabajar con este equipo”, dice sobre su trabajo en el centro. “Nuestro mayor reto es darles a las niñas la fuerza para enfrentar sus vidas”.
El centro proporciona ropa y cubre la matrícula y atención médica para las niñas más necesitadas. Haddad comunica estas necesidades a las siete mujeres cristianas de la junta directiva elegida de Beit Mariam, quienes tratan de satisfacer las solicitudes.
“Priorizar las necesidades es difícil. En algunas casas, no hay nada: ni estufa, ni alfombras”, dice. “Las niñas dependen de Dios, y después de Dios dependen de mí”.
Amani Masadeh, una nutricionista, se incorporó a Beit Mariam como profesora hace un año.
“Me había imaginado a niñas pobres, pero cuando llegué, solo vi a chicas lindas con ropa bonita”, dice. “Poco a poco, me di cuenta de que parece que les va bien por fuera, pero por dentro, es una historia completamente diferente”.
“En algunos hogares, no hay una madre que les pregunte a las niñas si son felices”, dice. “Cuando están molestas, les demuestro que las estoy escuchando. Esto es eficiente: se enfocan más en sus tareas y logran cosas”.
El enfoque holístico del centro parece dar frutos. El año pasado, tres niñas aprendieron a leer, una exalumna ingresó a la universidad y dos se graduaron con títulos universitarios.
Aumentar las tasas de alfabetización entre las niñas vulnerables es uno de los objetivos del centro. En marzo, el gobierno publicó estadísticas que indicaban una disminución del analfabetismo entre las mujeres, del 9,5% en 2015 al 7,3%.
“Su educación es su futuro”, dice la hermana Rabha.
De las 200 niñas que el centro ha acogido desde su creación, unas 30 completaron la educación superior. La mayoría se casó sin ir a la universidad, y algunas no terminaron la secundaria, dice Haddad.
La hermana Rabha señala que si Beit Mariam no existiera, estas niñas “estarían en casa o en las calles”. Dice que piensa en un versículo del Evangelio de Marcos (2,17) cuando reflexiona sobre su trabajo: “Jesús, que había oído, les dijo: ‘No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores’”.
La tasa de desempleo de las mujeres en Jordania es casi el doble que la de los hombres. Aunque las estadísticas del gobierno indican que la tasa general de desempleo es del 21,4%, esta estadística salta al 35% entre las mujeres.
Reem Aslan, especialista en género de la Oficina Regional para los Estados Árabes de la Organización Internacional del Trabajo que gestiona el Programa de Trabajo Decente para las Mujeres en Jordania, señala múltiples razones para esta disparidad.
“Hay más mujeres que hombres graduándose de la universidad, pero, sus habilidades a menudo no coinciden con las necesidades del mercado laboral”, dice. Para las mujeres, el alto costo del transporte, responsabilidades familiares y normas culturales presentan limitaciones adicionales.
“Su educación es su futuro”.
“Las mujeres no pueden trabajar muchas horas porque ya tienen más trabajo no remunerado” cuidando del hogar, dice.
Beit Mariam proporciona empleo a cinco mujeres de la comunidad local.
Para Masadeh, convertirse en maestra en Beit Mariam fue una rara oportunidad compatible con sus tareas domésticas.
“Espero a que mis hijas crezcan para conseguir un trabajo a tiempo completo”, dice. Mientras tanto, su salario de 180 dinares ($250) le ayuda a cubrir algunas necesidades básicas.
Se espera que persistan las dificultades económicas para esta comunidad debido al conflicto entre Israel y Hamás en Gaza y sus consecuencias regionales. Agencias de la ONU señalaron en noviembre pasado que el conflicto agregará “muchas presiones económicas en Jordania, como bajo crecimiento, alto desempleo, informalidad, y escasez de agua” y los posteriores llamados a la reforma.
En una calurosa tarde de junio, las chicas de Beit Mariam toman un descanso para plantar flores en el jardín cubierto. La hermana Rabha explica porqué decidió instalar láminas de techo corrugado.
“Los niños del barrio tiraban piedras por encima del muro hacia el patio, gritando: ‘¡Cristianos!’ Tenía miedo de que una chica saliera herida”.
En principio, no hay discriminación contra cristianos en Jordania. La constitución indica que el islam es la religión del estado, pero garantiza “el libre ejercicio de todas las formas de culto y ritos religiosos”, según el Departamento de Estado de Estados Unidos.
“Existen muchas iniciativas sobre diálogo interreligioso”, dice la historiadora Neveu. “Hay mucho control sobre el discurso que separaría a los cristianos del resto de la sociedad”.
Ra’ed Bahou, director de la oficina regional de CNEWA-Misión Pontificia en Amán, dice que mientras la población cristiana en muchos países del Medio Oriente está disminuyendo, “Jordania es la excepción”.
“La comunidad está creciendo con cristianos de Irak, Siria y Filipinas”, dice.
A pesar de las garantías estatales y de una creciente comunidad cristiana, algunos cristianos perciben su realidad cotidiana de manera diferente.
Hijazeen, la maestra, es católica romana y ha vivido en al Hashmi al Shamali por casi dos años. “Aquí, la gente está acostumbrada a convivir”, dice. “Pero, algunas personas nos llaman ‘infieles’”.
Neveu dice que “estos comentarios y comportamientos discriminatorios no concuerdan” con su investigación de los últimos 18 años y probablemente estén “vinculados a un contexto específico en el vecindario”.
Aún así, algunos padres cristianos, como Walaa Qaqish, optan enviar a sus hijos a una escuela cristiana privada por temor a que sean intimidados o persuadidos de convertirse al islam en una escuela administrada por el gobierno.
Qaqish es una de los 15 padres que acuden a Beit Mariam los viernes por la tarde para asistir a talleres sobre paternidad. Aprenden sobre los factores estresantes de los niños, como la presión académica, las dificultades financieras, el hacinamiento y la violencia, y cómo crear un hogar más saludable.
Según un estudio nacional de UNICEF en 2019, el 73,9% de los cuidadores familiares en Jordania habían utilizado la violencia para disciplinar a sus hijos al menos una vez.
“Mi esposo y yo no nos perdemos ninguna las reuniones”, dice Qaqish. “Me di cuenta de que había cosas que estaba haciendo mal y, alabado sea Dios, ahora cambiaré. Con mi hijo de 2 años, puedo hacer lo correcto desde el principio”.
Ella reconoce el impacto positivo que Beit Mariam ha tenido en su hija Maya, que “tenía miedo de la gente” y no hablaba con nadie.
“Desarrolló un tic debido al estrés”, dice Qaqish. “Desde que Maya empezó a venir, ha ido mejorando. Su personalidad ha cambiado más que sus notas”.
Les dice a sus hijos que vayan a jugar antes de describir sus dificultades familiares: “Tenemos dos habitaciones, una para mi suegra y otra para mí, mi esposo y nuestros tres hijos”. La familia arrastra una gran deuda debido a la matrícula de una escuela privada.
Mushira Abdallah, la madre de Soul, también aprecia los cambios que los talleres han provocado en su familia. “Antes les daba órdenes a mis hijos, ahora hay un diálogo”, dice.
También comparte sus dificultades financieras. El salario mensual de su esposo, de 250 dinares ($353), por debajo del salario mínimo nacional de 260 dinares, es su única fuente de ingresos e insuficiente para cubrir las necesidades. La matrícula anual de sus tres hijas en la escuela privada es el equivalente a cinco meses de salario. Endeudada con la escuela privada, la pareja inscribió a sus hijas en una escuela del gobierno para el nuevo año académico.
Para su hija Soul, comenzar en una nueva escuela no fue el único gran ajuste este agosto. Después de completar el noveno grado, dejó el programa en Beit Mariam, donde “realmente todo es positivo”, dice, y ya no puede asistir.
Al contemplar este hecho en el patio de Beit Mariam en junio, una sombra cubrió el rostro de la joven. Al ver esto, la hermana Rabha intervino.
“Podrías volver después del grado 12 y enseñar aquí”, dijo. “¿Te gustaría?”
Y los ojos de Soul se iluminaron de nuevo.
Conexión CNEWA
Los socios globales de CNEWA trabajan incansablemente para garantizar que las niñas tengan oportunidades para prosperar y construir un futuro brillante. Beit Mariam es uno de los más de 100 proyectos en Jordania apoyados por CNEWA-Misión Pontificia, que asignó 24.000 dólares al centro en 2023, casi la mitad del presupuesto anual del centro. A través de un programa extraescolar que incluye tutoría, apoyo psicosocial y educación religiosa, Beit Mariam se asegura de que las niñas cristianas en Jordania tengan un lugar seguro para crecer, aprender, cultivar amistades y compartir en comunidad.
Para apoyar las oportunidades para las niñas en el mundo de CNEWA, llame al: 1-800-442-6392 (Estados Unidos) o 1-866-322-4441 (Canadá) o visite cnewa.org/es/haga-una-donacion.
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