Hovhannes se sienta a penas en una cama puesta en el jardín de una casa medio construida, y llena de curiosidad, abre el paquete que su hermano le trajo. Pero su madre lo regaña por llevar comida a casa de una tienda en el pueblo.
“Les he dicho a los dos y a la tienda que no les den nada, pero son niños. Quieren algo y lo toman, y mi deuda aumenta”, dice Armine, agitando las manos, y llena de emoción.
Armine, 40, es madre soltera de tres niños, de 16, 13 y 11 años. Cuando se casó con un pariente lejano hace años, confiaba que todo iría bien. Pero, la feliz vida matrimonial duró hasta que su primer hijo cumplió un año y supieron que tenía una discapacidad auditiva. Las enfermedades de sus dos hijos menores agravaron la situación familiar, y su esposo decidió que la solución era encontrar un mejor trabajo en el extranjero.
“Por unos años iba y venía, ayudándonos con todo. Teníamos todo lo que necesitábamos”, recuerda Armine. “En 2017, me convenció de divorciarme, para hacer una mejor carrera en el extranjero y ayudarnos más. Mucha gente lo hacía, pero él se fue y se olvidó de nosotros”.
Armine continúa viviendo en la casa que construyeron juntos en la región Ararat de Armenia, compartiendo un techo con la madre de su ex esposo. La relación es tensa entre ambas y Armine soporta discusiones diarias.
La suegra ocupa uno de los tres dormitorios; los chicos ocupan otro. La habitación más fría, con techo de cemento, es la de Armine. Las paredes de la casa están descoloridas, como sus sueños. No tienen baño, sino una letrina, que se llena rápidamente.
“A veces simplemente no quiero vivir más”, dice Armine. “Pero miro a mis hijos y me doy cuenta de que no puedo dejarlos solos en esta vida llena de dificultades”.
“Puedo trabajar y me siento mal por no poder hacer nada”, dice derrotada, ya que sus esfuerzos por mantener un trabajo han fracasado repetidamente.
“Cuando mis hijos eran más pequeños, siempre se enfermaban, dejándome con muchas deudas. Me vi obligada a dejarlos solos por unas horas al día para trabajar, pero regresaba a casa y veía que habían dañado la casa o se habían lastimado”.
El único ingreso de su familia es la pensión mensual por discapacidad de su hijo de 39,000 drams (unos $100) y otros beneficios estatales por una cantidad similar. Ella no recibe la pensión alimenticia mensual de $150 de su ex esposo ordenada por el tribunal. Durante los últimos tres años, Caritas Armenia, la organización benéfica de la comunidad católica de Armenia, le ha proporcionado dinero para servicios públicos, medicamentos, productos de higiene, alimentos y artículos escolares a través de un programa para mejorar las condiciones de las madres solteras.
Armine dice que también se beneficia del apoyo psicológico que recibe de Caritas Armenia y de las discusiones informativas sobre diversos temas, que la han ayudado a superar sus dificultades y evitar la explotación.
Aunque Armenia ha mejorado sus esfuerzos en la lucha contra la trata de personas, queda mucho por hacer en la investigación, juicio y condena de los traficantes, según informes sobre la trata en el mundo.
El Informe de la Trata de Personas 2023 del Departamento de Estado de los Estados Unidos para Armenia afirma que, en los últimos cinco años, “los traficantes explotan a víctimas nacionales y extranjeras en Armenia, así como a víctimas de Armenia en el extranjero”, incluidos “algunos migrantes armenios que buscan empleo en Rusia a menudo a través del fraude en reclutamiento y servidumbre por deudas relacionadas con la tarifa de reclutamiento por parte de agentes laborales”. Además, los niños, así como los hombres en áreas rurales con poca educación, son vulnerables a la trata laboral.
Tatevik Bezhanyan, experta en programas de migración de Caritas Armenia, señala que la trata es un delito muy disimulado, lo que dificulta mucho la identificación, y que la explotación rara vez se revela.
“Entre el 70 y 75% de los migrantes laborales son hombres, y por lo general no quieren aceptar que han sido víctimas de la explotación”, dice. En 2020, hasta el 87% de todos los migrantes laborales de Armenia eran hombres, según la Organización Internacional para las Migraciones.
“No quieren admitirlo porque lo consideran una vergüenza”, añade.
Aunque Armenia no tiene muchos casos registrados de trata de personas, ha sido clasificada como “país de salida” para la trata y la explotación, explica Bezhanyan. En otras palabras, los armenios que emigran a menudo son víctimas de la trata. También es un “país de entrada”, en el cual las personas que emigran a Armenia pueden ser reclutadas para la trata o la explotación dentro del país, así como un “país de tránsito”, por el que las personas objeto de trata son transportadas a otro país de destino.
Turquía y los países árabes son donde las armenias tienen más probabilidades de ser víctimas del tráfico sexual, mientras que Rusia es donde los armenios tienen más probabilidades de sucumbir al tráfico laboral.
“Desde la independencia de Armenia, solo expertos altamente calificados han emigrado a los Estados Unidos y la Unión Europea”, dice Bezhanyan.
Rusia es el destino más común para trabajadores migrantes armenios. El Servicio Nacional de Estadística de Armenia estima que el 90% de armenios que emigran a Rusia van a trabajar.
“Primero, los dos países fueron [una vez] parte de un estado [Unión Soviética]. Como resultado, la gente todavía tiene conexiones allí”, explica Bezhanyan. “Hay muchos menos problemas relacionados con el lenguaje. El país tampoco requiere visa”.
A pesar de estos vínculos, los armenios no están protegidos de ser traficados o explotados en Rusia.
“En muchos sentidos, no van preparados”, dice Bezhanyan. “Confían incondicionalmente en la persona que los invitó. Como resultado, tenemos casos en los que se abusa de la confianza de las personas”.
“Hay casos en los que no se les paga lo prometido. Hay casos en los que no se les paga nada, o en los que no hacen el trabajo para el que fueron invitados. Hay casos en que el empleador toma el pasaporte y no lo devuelve”.
Bezhanyan subraya la importancia de los programas de sensibilización y prevención que Caritas Armenia está llevando a cabo, en cooperación con el gobierno armenio y otras organizaciones no gubernamentales. Caritas Armenia también ha sido miembro del Grupo de Trabajo de la Comisión Intergubernamental Armenia sobre cuestiones de trata y miembro de pleno derecho de COATNET (Red de Organizaciones Cristianas Contra la Trata) desde 2006.
“Nuestro mayor problema son los estereotipos”, continúa Bezhanyan. “Muchos piensan que algo así no podría pasarles a ellos. Sin embargo, todo el mundo puede convertirse en víctima de la trata y la explotación. Nadie está protegido contra eso, y nadie tiene la culpa”.
El respeto de la dignidad humana es el principio fundamental y la motivación de la obra de la iglesia para poner fin a la trata de personas, dice el reverendo Hovsep Galstyan, director espiritual de Caritas Armenia.
La primera encíclica social, “Rerum novarum”, escrita por el Papa León XIII en 1891, aborda la protección de los derechos de los trabajadores, señala. Cada documento papal que aborda cuestiones laborales declara explícitamente “que debemos respetar y proteger los derechos de los trabajadores, y especialmente de los trabajadores migrantes, de lo contrario, esto significa explotación de las personas”, dice Galstyan.
La iglesia “no acepta” tal explotación, agrega, y está actuando “de una manera muy práctica” para ponerle fin.
Las Hermanas Armenias de la Inmaculada Concepción han servido en Armenia desde que un terremoto en diciembre de 1988 devastó el norte de Armenia. La comunidad de siete religiosas da la bienvenida a niños de familias vulnerables a su centro en Gyumri, la segunda ciudad más grande de Armenia. Veinte niños de 3 a 18 años viven actualmente allí, y otros nueve niños están inscritos en su programa de guardería.
“Armenia ha adoptado una política de desinstitucionalización de los orfanatos, pero hay ciudadanos que no pueden cuidar a los niños. Nosotros cuidamos de ellos”, dice la Hermana Narine Simonyan, que dirige el centro de cuidado.
Los niños no están obligados a dejar el centro al alcanzar la madurez. Pueden quedarse después de la secundaria mientras aprenden un oficio o profesión. Otros cursan estudios superiores en Ereván y residen en el centro de hermanas allí, que actualmente tiene 24 estudiantes. Después de la graduación, los adultos jóvenes a veces se quedan o se casan.
“Así, los mantenemos alejados de la violencia, de ser traficados”, dice. “Garantizamos su seguridad, monitoreamos sus estudios, los ayudamos a navegar en un nuevo entorno”.
Más de 300 niños desfavorecidos se han beneficiado del cuidado de las hermanas, incluyendo niños con conductas de alto riesgo. Hoy en día, estos niños son exitosos y autosuficientes, y han encontrado su lugar en la vida, dice Simonyan.
“Uno de nuestros hijos trabaja en el consulado en Italia; tenemos cirujanos, dentistas, muchos estudiantes que se graduaron y se casaron, y lo más importante, formaron buenas familias”, dice.
“La idea de familia fue distorsionada para ellos. Pudimos ayudarlos a aliviar ese dolor, comprender la importancia de la familia y promover su participación en una vida familiar saludable. Lo más importante es que el niño pueda tomar el camino correcto en la vida”.
Las hermanas también organizan campamentos de verano para niños de las aldeas fronterizas de las regiones de Tavush y Gegharkunik, así como para hijos de soldados caídos o de familias desfavorecidas.
“Durante los campamentos de 12 días, tratamos de ofrecer vacaciones de calidad para unos 800 niños, y organizar su descanso, nutrirlos física y mentalmente”, dice Simonyan.
“Por supuesto, esto no depende de nuestra fuerza. Es la misión que Dios nos dio, y queremos ser útiles. Nosotras, como hermanas, tenemos la misión de educar y ayudar a los vulnerables. Cuando ayudamos, no sabemos la afiliación religiosa de nuestros beneficiarios. Si tenemos que ayudar, ayudamos. Las personas son el centro de nuestra actividad”, dice, y agrega: “Hago todo por el amor de Dios”.
Gayane, de 32 años, es madre soltera de tres hijos y vive en la región de Lori. Su hijo de 10 años está inscrito en el campamento, lo que es de gran ayuda para ella, que lucha económicamente y sabe que, al menos por unos días, uno de sus hijos tendrá alimentos nutritivos y estará en buenas manos.
Hace unos tres años, el esposo de Gayane se fue a trabajar al extranjero para atender las necesidades de la familia, pero nunca regresó.
“Después que nació mi tercer hijo, decidimos comprar una casa con el dinero asignado por el estado y hacer el pago inicial. Mi esposo se fue al extranjero para ganar el resto del dinero para la casa. Pero, ahora vive allá con otra mujer, y se ha olvidado de nosotros y de los planes de comprar la casa”, dice Gayane entre lágrimas.
Su segundo hijo fue diagnosticado con una hernia doble unos días después de nacer. La hernia no fue tratada a tiempo debido a las dificultades financieras de la familia y el niño desarrolló complicaciones. Ahora con 9 años, el niño tiene problemas de desarrollo. Asiste a la escuela, pero está retrasado en sus estudios y actúa como si tuviera menor edad.
“Hay niños que lo quieren y juegan con él”, dice Gayane. “Hay quienes lo desprecian y no le hablan”.
Al igual que con Armine, el único ingreso de la familia de Gayane es la pensión mensual por discapacidad de su hijo de 9 años de 39,000 drams y la misma cantidad en subsidio por discapacidad. No puede trabajar porque no tiene quien cuide de sus hijos. Ella también se ha beneficiado del programa de Caritas Armenia para madres solteras.
“Me ayudan con todo”, dice. “Me dan comida, útiles escolares, madera, ropa de cama, lo cual es de gran ayuda para mí y mis hijos”.
Como beneficiaria de Caritas, Gayane dice que ha adquirido conciencia de sus vulnerabilidades, riesgos y peligros sociales. Se siente más equipada para enfrentar las dificultades de la vida como madre soltera, y confía que puede protegerse a sí misma y a sus hijos de una vida de explotación.
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