Dawit tenía 16 años y vivía solo en Addis Abeba, capital de Etiopía, cuando soñaba con zarpar a través del Mediterráneo hacia la promesa de prosperidad en Europa.
En Addis Abeba, donde la vida avanza a ritmo frenético con gente apresurada en ir a trabajar y vendedores en cada esquina, la supervivencia de los más vulnerables parece imposible, especialmente en medio de las crisis civiles, ambientales y socioeconómicas del país, ahora exacerbadas por la guerra en Ucrania.
Ante esta dura realidad, Dawit, un seudónimo para proteger su privacidad, estaba desesperado por orientación e información. Buscó a alguien que pudiera iluminarlo. Entonces intervino la providencia.
Birknesh Gobena, coordinadora de educación y desarrollo juvenil del Servicio Jesuita a Refugiados (J.R.S.), supo de los planes de Dawit a través de un contacto mutuo. Ella y su equipo tomaron medidas rápidas, le ofrecieron asesoramiento, organizaron apoyo financiero para aliviar su carga de vivir solo y exploraron la posibilidad de que Dawit viviera con sus amigos.
J.R.S., una organización católica internacional que trabaja directamente con refugiados, muchos de los cuales son víctimas de trata, opera en Etiopía desde 1982.
Desde que conoció a Gobena y a J.R.S., la vida de Dawit ha dado un bienvenido giro inesperado. Ahora con 17 años, Dawit está perfeccionando sus habilidades en el mundo del diseño gráfico, en la Escuela Técnica de los Salesianos de Don Bosco en Mekanisa, un barrio de Addis Abeba.
Dawit es uno de muchos jóvenes que, solos o en grupos, migran de Eritrea a Etiopía cada año por razones económicas, sociales y políticas, dice Gobena. Dawit viajó solo y no tenía en quien confiar cuando llegó a la gran ciudad.
En medio de conflictos regionales, sequías e inseguridad alimentaria en el Cuerno de África, para muchas personas la decisión de partir es cuestión de supervivencia. Según Gobena, algunos inmigrantes llegan a Addis Abeba con la intención de continuar hacia Libia para llegar a Europa o a los países árabes, con la ayuda de contrabandistas.
La mayoría desconoce los riesgos que enfrentan debido al acceso deficiente a recursos e información. Estos riesgos incluyen ser víctimas de tráfico sexual o laboral en su nuevo país o, posiblemente, morir en su ruta migratoria debido a condiciones inseguras o violencia absoluta.
“A sus ojos, la pobreza e inestabilidad política hacen que permanecer en Etiopía parezca un camino peligroso”.
Un informe de agosto de Human Rights Watch afirma que “al menos cientos” de migrantes y solicitantes de asilo etíopes fueron asesinados por guardias fronterizos en Arabia Saudita, entre marzo 2022 y junio 2023, mientras intentaban cruzar la frontera entre Arabia Saudita y Yemen.
El Proyecto Migrantes Desaparecidos de la Organización Internacional para las Migraciones dice que el número reportado de migrantes muertos o desaparecidos en rutas migratorias desde 2014 es más de 58.000, y señala que en gran medida estos incidentes son sub-reportados. De ellos, más de 2.115 son etíopes.
Según la Organización Internacional del Trabajo, la falta de vías legales para la migración es un factor importante que contribuye al tráfico ilícito y la trata, ambos delitos contemplados en el derecho internacional.
Aunque estos crímenes a menudo están entrelazados y los términos se usan indistintamente, se distinguen con diferencias significativas. La trata implica la explotación de personas mediante la fuerza, el fraude o la coerción para realizar trabajos, actos sexuales comerciales u otros fines no consensuales. A estas personas se les considera víctimas independientemente de su consentimiento o de su participación en actividades delictivas previas.
El tráfico ilícito ocurre cuando individuos voluntariamente tienen acuerdos con contrabandistas para ingresar ilegalmente a un país extranjero, donde las barreras del idioma, diferencias culturales, discriminación y desconocimiento de la ley dejan a los migrantes traficados más vulnerables a la trata.

Aunque los migrantes dan su consentimiento para ser trasladados, y la transacción con el traficante normalmente concluye al cruzar la frontera y pagar al traficante, en algunos casos, las personas objeto de tráfico ilícito son retenidas para pedir un rescate.
Salomón Bizualem, director nacional de J.R.S. en Addis Abeba, dice que “la falta de oportunidades y de educación es un factor importante que contribuye tanto a la trata como a la migración ilegal”.
“Una de nuestras metas principales es saber si los refugiados conocen los riesgos de la trata y la migración ilegal”, explica. “Nos esforzamos por informarles sobre estos riesgos, ayudarles a tomar decisiones informadas y animarlos a permanecer en Etiopía”.
“Su conocimiento está limitado a algunas historias exitosas que han escuchado sin comprender completamente la realidad de la ruta, las tácticas usadas por los traficantes y los riesgos implicados”.
En julio 2023, Etiopía albergaba a más de 930.000 refugiados y solicitantes de asilo, muchos de ellos de Sudán del Sur, Somalia y Eritrea. Estas poblaciones vulnerables, especialmente aquellas que enfrentan barreras económicas y educativas, corren un mayor riesgo de ser víctimas de la trata.
Aunque Etiopía enfrenta una multitud de desafíos, la pobreza es el principal factor que contribuye a la trata en el país, seguida de los conflictos y los desastres naturales. Según el Índice Global de Pobreza Multidimensional 2023 de la ONU, una parte considerable de la población vive en condiciones difíciles, con acceso limitado a la educación, atención médica y servicios básicos.
“Nuestra organización trabaja principalmente para abordar las raíces de estas causas”, dice Bizualem. “Nos esforzamos por brindar a los refugiados oportunidades educativas, tanto formales como informales, para empoderarlos e infundirles esperanza de un futuro mejor”.
“Nuestro objetivo primordial es reducir su susceptibilidad a la explotación por parte de traficantes de personas dotándolos de habilidades valiosas que están en demanda. Además tenemos un programa especial para proteger a los niños porque sabemos que también pueden convertirse en víctimas de la trata”.

La trata es tema de gran preocupación en las regiones fuera de la capital. El reciente conflicto en la región de Tigray, en el norte de Etiopía, desencadenó una serie de acontecimientos catastróficos que dejaron un rastro de devastación, incluido un aumento alarmante de la trata, que afectó desproporcionadamente a mujeres y niñas de las regiones de Tigray, Afar y Amhara. A medida que huyen de zonas en conflictos, advierte la ONU, su vulnerabilidad al secuestro y explotación con fines sexuales aumenta exponencialmente.
Quienes se quedan también corren mayor riesgo de ser objeto de trata, ya que el actual acceso humanitario limitado a la región exacerba una situación ya desesperada y fuerza a algunos a recurrir a medios radicales para satisfacer sus necesidades básicas, incluido el comercio de personas humanas.
La Eparquía Católica Etíope de Adigrat en Tigray trabaja para abordar estos problemas sociales y educar a los jóvenes, especialmente sobre los riesgos que implica el tráfico ilícito y la trata.
“Los jóvenes expresan su deseo de emigrar a Europa y a los países árabes”, dice el reverendo Negasi Yohannes, coordinador de la Oficina del Ministerio Juvenil de la eparquía. “Es un desafío convencerlos de que Etiopía ofrece mejores perspectivas para su futuro”.
“A sus ojos, la pobreza e inestabilidad política hacen que permanecer en Etiopía parezca un camino peligroso, tan grande como los riesgos de muerte y otras consecuencias durante la migración ilegal”.
Yohannes trabaja con grupos parroquiales de jóvenes, incluidos niños de hasta 7 años, para crear conciencia sobre los posibles pros y contras de la migración y las tácticas utilizadas por los traficantes de personas. También presenta las ventajas, oportunidades y el impacto que podrían tener si decidieran quedarse y trabajar en Etiopía.
El desafío, entonces, es garantizar que los hechos de la vida en Etiopía respalden más los argumentos a favor de quedarse en lugar de irse, dice. Hasta este punto, su oficina ofrece apoyo social básico y un programa de recuperación de traumas, mientras enseña a los jóvenes cómo ser autosuficientes. También busca abordar otros factores sociales que permitirán a los jóvenes permanecer.
Su atención se concentra en los estudiantes universitarios, cuyos estudios fueron suspendidos cuando las universidades fueron destruidas durante la guerra. Desde entonces, el aumento del aburrimiento, la pobreza, la desesperanza, la adicción, las tendencias populares en las redes sociales y los planes para ganar dinero rápidamente “animan a algunos jóvenes a caer en trampas” estratégicamente colocadas por los traficantes y a huir de sus hogares hacia estas rutas migratorias sin avisar a sus padres, explica.
Abba Negasi comparte historias de horror de migrantes que han regresado a Adigrat, en su mayoría desde Arabia Saudita y Yemen, que es “donde más van estos días”.
“Anteayer nos informaron de la muerte de un joven quien viajó a Yemen y fue asesinado allí”, dice a principios de julio. “Hemos oído hablar de muertes en Arabia Saudita y Yemen”.
El sacerdote describe la tortura “estas personas son sometidas a … los encierran y abusan sexualmente de las mujeres. Restringen y atormentan a las víctimas y las obligan a llamar a sus propias familias. Las víctimas gritan y ruegan que sus familias les den dinero a los traficantes”.
Si no se entrega suficiente rescate o “no llega a la persona adecuada en el momento adecuado… pueden incluso asesinar a esos niños, desmembrar sus cuerpos o vender sus órganos por dinero”, dice. “No hay reglas que impidan que estos jóvenes sean maltratados”.
En su deseo de aliviar las dificultades actuales, algunos jóvenes “tienen que engañar y traicionar a sus amigos o familiares” para reclutarlos y venderlos a traficantes, añade.
“Estos traficantes operan dentro de una red, transportando a niños y jóvenes vulnerables a través de Afar y Djibouti, para finalmente traficarlos a Yemen y Arabia Saudita”, explica.
“Los que han recibido comisiones no se quedan aquí; también aspiran viajar al extranjero, influenciados por las experiencias de sus amigos”, continúa. “Su conocimiento está limitado a algunas historias exitosas que han escuchado sin comprender completamente la realidad de la ruta, las tácticas usadas por los traficantes y los riesgos implicados”.
Estos jóvenes creen en las historias de la pobreza a la riqueza que cuentan los traficantes.
“Pero, los traficantes nunca les dicen las cosas horribles que les han sucedido a otras personas”, dice Yohannes. “Solo se dan cuenta cuando se van y lo ven con sus propios ojos. En ese momento, estarán en un punto en el que no podrán regresar a casa”.
La raíz del problema es la ignorancia sobre las realidades de la migración y sobre la dignidad humana, explica Yohannes.
“La forma que abordamos esto es, primero, hacerlo parte de la misión general de la iglesia a nivel internacional”, dice. “La Iglesia Católica está intentando enseñar sobre la dignidad humana”.
“Lo segundo es solucionar los problemas de la comunidad”.
El sacerdote dice que su enfoque busca empoderar a los jóvenes y ayudarlos a comprender que el tráfico y la trata son “un trato inhumano y una violación de sus derechos humanos básicos”.
“Nuestro objetivo es dotar a los jóvenes de información y educación, permitiéndoles desarrollar una perspectiva equilibrada sobre estas cuestiones críticas”, afirma. “Pero la decisión final y los resultados dependen de ellos”.
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