La Hermana Marie Claude Naddaf, R.G.S., tenía 17 años cuando se escapó de casa en Tartus, Siria, para unirse a una congregación dedicada a promover el bienestar de mujeres y niñas.
“Mis padres se oponían”, dice. “Me encontraron y llevaron de vuelta antes que pudiera llegar al convento y me encerraron en mi habitación, pero convencí a mi padre. Me llevó a Damasco y me compró un vuelo a Egipto, donde hice mi noviciado con la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor”.
Más de 50 años después, el espíritu tenaz de Naddaf continúa sirviéndole bien como coordinadora de Fuentes de Esperanza, una iniciativa regional de Talitha Kum, la red internacional de hermanas religiosas con sede en Roma dedicada a combatir la trata de personas. “Talitá kum”, en español “Niña, levántate”, son las palabras que Jesús pronunció en arameo cuando resucitó a la hija de Jairo de entre los muertos.
Con equipos en el Líbano, Siria, Egipto y Jordania, Fuentes de Esperanza busca prevenir la trata en la cuenca mediterránea y ayudar a los sobrevivientes a sanar y reconstruir sus vidas.
Según las Naciones Unidas, el 87% de las víctimas de trata detectadas en los países del Medio Oriente en 2020, eran mujeres; la mayoría de los casos estaban relacionados con el tráfico sexual y el trabajo forzado.
El personal de 15 miembros y voluntarios de Fuentes de Esperanza en el Líbano se enfoca en “la prevención a través de la concienciación”, dice Naddaf.
“Nuestra meta es preservar la dignidad de las personas, concientizar sobre la trata, encontrar formas de detenerla y ayudar a quienes han sido víctimas de la trata o han sido abusadas”, dice.
La trata y la violencia contra la mujer han preocupado por mucho tiempo a Naddaf. Antes de Fuentes de Esperanza, trabajó por años en el empoderamiento de las mujeres víctimas de violencia doméstica, primero en el Líbano y luego en Siria.
Cuando fue nombrada superiora del convento en Damasco en 1996, comenzó el “Refugio Oasis” para víctimas de abuso doméstico y trata, con línea telefónica de emergencia, y trabajó para crear conciencia sobre estos temas.
El refugio y la línea telefónica fueron pioneros en Siria, donde la situación de las mujeres ha empeorado desde la guerra civil de 10 años y se ha visto exacerbada por los terremotos en febrero, según un informe de 2023 del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Las estadísticas de la Red Siria de Derechos Humanos pintan un panorama horrible. Desde 2011, cuando comenzó la guerra civil, hasta 2021, la ONG informó de 11.523 incidentes documentados de violencia sexual contra mujeres y niñas en Siria, 10.628 mujeres y niñas desaparecidas por la fuerza y otras 28.617 mujeres y niñas asesinadas.
Naddaf se mudó al Líbano en 2011, cuando fue elegida para un mandato de seis años como superiora provincial de las Hermanas del Buen Pastor para el Líbano y Siria. En 2018, tras un año sabático, fue invitada a conocer a la Hermana Gabriella Bottani, entonces coordinadora internacional de Talitha Kum, lo que llevó a la fundación de Fuentes de Esperanza un año después.
La trabajadora social Nayiri Arslanian, una de los primeros miembros de Fuentes de Esperanza en el Líbano, realiza sesiones interactivas para crear conciencia sobre la trata entre las áreas más vulnerables del país.
“Desde el primer día, fuimos a la gente. Visitamos los campos de refugiados palestinos, los barrios más pobres, por todo el país”, dice.
Arslanian siempre inicia una sesión preguntando a la audiencia qué saben sobre la trata. Al principio, las personas son tímidas para responder. Luego, explica que la trata es cada vez que una persona es obligada a hacer algo en contra de su voluntad. Y espera y observa las reacciones.
En el contexto de una sesión reciente descubrió un caso de trata: una mujer siria no podía dejar de llorar durante la presentación; no sabía que lo que estaba padeciendo tenía nombre ni que alguien la podía ayudar. Había entrado ilegalmente al Líbano, vivía en la calle y era obligada a participar en el tráfico sexual. Fuentes de Esperanza la ayudó con el alquiler de un apartamento propio y la alentó a inscribirse en su programa de empoderamiento de mujeres.
“Nunca es fácil tratar con las víctimas de trata”, dice Arslanian. “Han sido tan engañados que no confían en nadie. En cierto momento esta mujer también trató de ser traficante. Nuestro trabajo no fue fácil, pero logramos que volviera a encarrilarse”.
“Es la misericordia de Dios”, dice Naddaf sobre cómo las sesiones han ofrecido esperanza y ayuda a las víctimas de trata. “Sin que lo sepan, Dios pone en su camino a una persona, un rayo de esperanza que puede ayudar”.
Sheikah, cuyo nombre fue cambiado para proteger su privacidad, es otra víctima que recibe ayuda de Fuentes de Esperanza.
“Nunca podré sanar de todo lo que he pasado”, le dice a ONE. “Pero cada mañana me despierto y doy gracias a Dios. Estoy agradecida. Podría haber muerto como muchas otras chicas”.
Sheikah fue atraída al tráfico sexual por un reclutador. Fue retenida en una casa contra su voluntad durante seis años por una de las redes de prostitución más poderosas del país. El suyo fue un largo y doloroso viaje hacia la libertad. Más tarde se casó y tuvo una hija, pero su matrimonio fue abusivo. Cuando su esposo intentó matarla, buscó la ayuda de un trabajador social y conoció a Arslanian. Sheikah también se inscribió en el programa de empoderamiento de las mujeres.
La explotación sexual ha aumentado en todos los ámbitos entre las poblaciones migrantes y locales en el Líbano en los últimos años, dice Arslanian. Según el informe sobre la trata de personas 2023 del Departamento de Estado de los Estados Unidos para el Líbano, el “impacto combinado” de las crisis económicas y financieras del Líbano, y las restricciones por el COVID-19, “aumentaron la vulnerabilidad de los ciudadanos libaneses a la trata”.
Sin embargo, Arslanian observa un particular aumento de la explotación sexual en los trabajadores domésticos migrantes, contratados bajo “kafala” o sistema de patrocinio en los países del Medio Oriente, donde un empleador tiene un control casi total sobre la vida de un trabajador. Estos trabajadores a menudo enfrentan circunstancias difíciles y son vulnerables a la trata y otras formas de abuso.
“Sus empleadores ya no pueden pagarles, y ellos no pueden ganar lo suficiente, por lo que vemos más y más de ellos en las calles”, explica. “Una vez en las calles, son presa fácil para los traficantes y ahora enfrentan dos problemas al mismo tiempo”.
El trabajo infantil, y el trabajo infantil forzado, continúan aumentando en el Líbano, especialmente en “la población de refugiados sirios”, según el mismo informe del departamento de estado estadounidense.
“El trabajo infantil es considerado trata de personas”, explica Arslanian. “Lo mejor para los niños es que estén en la escuela, pero son enviados a trabajar, y allí, están mal pagados. Muy a menudo son golpeados por su empleador. Tienen que trabajar muchas horas”.
El tráfico de órganos también es preocupante. Arslanian relata el caso de un niño de 11 años que le preguntó a su madre si vender su riñón le daría suficiente dinero para renunciar a su trabajo.
“Muchas veces, termino brindando orientación a los padres”, agrega. “Entiendo que algunas personas realmente necesitan el dinero que ganan sus hijos, pero por lo menos deberían enviarlos a clases por la tarde y verificar si el empleador los está tratando bien”.
La tarea por delante es enorme.
Fuentes de Esperanza organiza campañas de sensibilización de un día de duración, en colaboración con parroquias, municipios, instituciones de servicios sociales y otros grupos religiosos. El programa incluye actividades específicas a la edad y se presta especial atención a las redes sociales ya que es la herramienta principal que utilizan los reclutadores para atraer nuevas víctimas.
“El reclutador que trabaja para un jefe más grande sabe cómo reconocer presas fáciles”, dice Arslanian. “Inmediatamente reconoce a una chica que nunca ha aprendido a decir que no en su vida”.
Cuenta la historia de una niña de 15 años que fue interceptada en la frontera libanesa gracias a los esfuerzos de Fuentes de Esperanza. Había conocido a un hombre en línea y cayó presa de una red de tráfico sexual.
Enfrentarse a las redes internacionales de trata es peligroso y Naddaf nunca usa un teléfono o correo electrónico personales. Un miembro de su equipo fue atacado una vez después de una sesión de sensibilización para niños. Aún así, el equipo continúa su trabajo.
Desde su fundación hace cuatro años, Fuentes de Esperanza ha ayudado a siete mujeres a escapar de la trata y comenzar su camino hacia la curación. La víctima más reciente fue una trabajadora doméstica que dejó su país de origen en el Cuerno de África hace 15 años para trabajar en un país árabe y luego desapareció. Su madre la buscó, pero sin éxito. Después de que Naddaf recibió una llamada telefónica sobre el caso, indicando que la mujer desaparecida podría estar en el Líbano, inmediatamente comenzó una investigación.
“Cuando la encontramos y la reconocimos, no tenía documentos legales”, dice Naddaf. “Trabajamos y Dios ayudó, y pudimos llevarla a su embajada, y luego a su país.
“Su madre envió un mensaje diciendo: ‘Hoy nací de nuevo y me dieron vida de nuevo. Me dieron vida y le dieron vida a mi hija’”.
Empoderar a las mujeres y brindarles el apoyo que necesitan para tener un empleo regular y no ser víctimas de la explotación es el centro del trabajo de la Hermana Wardeh Kayrouz, F.M.M. Ella dirige la guardería de las Misioneras Franciscanas de María en Nabaa, un barrio pobre de Beirut.
La guardería fue fundada en 1966, después de que una hermana franciscana supo que una madre ataba a su hijo en casa porque no tenía quien lo cuidara mientras ella trabajaba. Desde entonces, la guardería ha dado la bienvenida a los niños más pobres del vecindario, independientemente de su raza o credo. Actualmente acoge a 50 niños, de seis meses a 3 años de edad.
“Esta guardería fue creada para ayudar a las madres trabajadoras y para que los niños estén en un lugar seguro”, dice Kayrouz.
A través de los años, muchas empleadas domésticas han inscrito a sus hijos en la guardería, incluida Nancy Kano de Nigeria. Ella y su esposo han vivido en el Líbano durante 16 años.
“Todos mis hijos fueron a esta guardería, los cinco. Las hermanas ayudan mucho”, dice Kano, cuya hija menor está actualmente inscrita allí.
Antes de admitir a un niño, Kayrouz estudia su expediente y visita a la familia. Ella conoce a todas las familias de los niños, y a muchas otras familias en el vecindario.
Antes de la crisis económica del Líbano, más del 80% de los niños eran de trabajadores migrantes o eran niños no registrados, es decir, niños nacidos fuera del matrimonio y, por lo tanto, sin documentos legales. La guerra en Siria vio un aumento en el número de hijos de refugiados sirios. Pero, este año, por primera vez, los niños libaneses representan casi el 50% de la matrícula desde la fundación de la guardería debido a dificultades económicas.
Se prioriza a los niños que no fueron inscritos al nacer, ya que no tienen ningún documento legal y no encontrarán otra guardería, o más tarde escuela, que los acepte, lo que los hace vulnerables a la explotación. Kayrouz ayuda en el proceso de conseguirles certificados de nacimiento.
“La misión de nuestra congregación es apoyar a las personas en la sociedad en la que vivimos”, dice. “Vemos cómo ayudar y apoyar a las personas que nos rodean dondequiera que estemos”.
Además de su trabajo en la guardería, colabora con un equipo de siete personas, entre ellas dos trabajadoras sociales, una enfermera y una psicóloga, que ofrece apoyo a 270 familias en situaciones difíciles. También organizan viajes familiares y actividades especiales para niños.
“En una realidad muy difícil, ayudamos a las personas a tener una visión diferente de sus vidas y a tratar de encontrar una solución para sus problemas por su cuenta”, dice. “Por supuesto, las necesidades son enormes y lo que hacemos no es suficiente, pero es nuestra forma de decirles: ‘Estamos a su lado, no están solos. Debemos ser fuertes y enfrentar la adversidad juntos’”.
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