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Reconocimiento a las Mujeres: Tejiendo un Futuro Mejor en Israel

CNEWA reconoce las contribuciones de las mujeres con nuestra misión en solidaridad con los pobres y vulnerables en todo el mundo. Hoy, y durante el resto de marzo, destacaremos las historias de mujeres en el mundo de CNEWA, contadas en la revista ONE y en nuestro blog a través de los años.

Hoy, dirigimos nuestra atención al colectivo Kuchinate en Israel, cofundado por la hermana Azezet Kidane y Diddy Mymin Kahn. El colectivo atiende a mujeres solicitantes de asilo que son víctimas de la trata de personas y otros crímenes atroces con el propósito de ofrecerles empoderamiento y autosuficiencia.

A continuación, mostramos un extracto en español del artículo publicado en otoño de 2020 en la revista ONE “Crafting a New Life”. Se puede acceder al artículo completo (disponible sólo en inglés) aquí.

Seis meses después de que la pandemia de COVID-19 golpeara a Israel, cerrando negocios, tiendas y escuelas, Tagra Bahata, de 27 años, ha caído en una rutina fácil.

Bahata, una refugiada eritrea que ha vivido en Israel desde 2009, ha instalado su máquina de coser en el pequeño patio de su apartamento en el sur de Tel Aviv y pasa sus mañanas cosiendo máscaras faciales con estampados africanos brillantes. Su hija, Salem, de 5 años, juega descalza mientras su hijo, Samat, de 10 años, se ocupa de hacer las cosas habituales de los perezosos días de verano de los preadolescentes: ver televisión o simplemente acostarse en la cama.

Una vez a la semana, Bahata lleva todas sus máscaras de tela a Kuchinate, el colectivo de mujeres refugiadas africanas del que es miembro, para entregar su trabajo.

Cofundado en 2011 por la Misionera Comboniana Hermana Azezet Kidane, conocida por todos simplemente como “Hermana Azeeza”, y Diddy Mymin Kahn, nacida en Sudáfrica, una experimentada psicóloga clínica y especialista en trauma en ayuda humanitaria e intervención, el colectivo Kuchinate proporciona una fuente de ingresos y apoyo psicosocial para la población más vulnerable de Israel de mujeres africanas solicitantes de asilo.

Principalmente de Eritrea, pero también de otros países africanos, incluidos Sudán y Nigeria, el 40% de las mujeres del colectivo son madres solteras. Algunas se vieron obligadas a abandonar a sus niños, y alrededor del 60% son sobrevivientes de la trata de personas, la tortura y la violación en los campos de tortura del desierto del Sinaí, donde fueron mantenidas cautivas por los traficantes para cobrar por su rescate.

Kahn y la hermana Azeeza, que es de Eritrea pero sirvió con la comunidad comboniana en Sudán, se dieron cuenta de que la terapia occidental individual estándar, donde las personas hablaban con extraños sobre sí mismas, no era adecuada para las mujeres sobrevivientes. Junto con un pequeño grupo de otros voluntarios desarrollaron el formato de Kuchinate, que significa “croché” en el idioma tigriña.

Una refugiada africana, una doctora y una misionera comboniana conversan en un centro en Tel Aviv.
Diddy Mymin Kahn, centro, escucha a la Misionera Comboniana Azezet Kidane, derecha, de Eritrea, mientras habla con solicitantes de asilo en el Colectivo de Mujeres Refugiadas Africanas Kuchinate en Tel Aviv, Israel, el 4 de agosto, 2020. La hermana Azezet y la Dra. Kahn son codirectoras de Kuchinate. (foto: Debbie Hill)

Al conectar a las mujeres con su cultura, Kuchinate usa la artesanía tradicional africana de la fabricación de cestas como una forma de terapia, explica la doctora Kahn. Las mujeres se reúnen, comparten una comida y trabajan en las canastas, y los movimientos repetitivos del croché se convierten en una forma en una meditación. La conversación fácil que fluye durante la reunión hace que sea más fácil para las mujeres hablar.

El colectivo tiene 200 miembros activas que también reciben asistencia psicosocial, del cual 90 mujeres trabajan con salario. Su trabajo se ha vuelto aún más crítico durante el brote de COVID-19, ya que el peligro y la inestabilidad han agravado los temores de las mujeres y han traído muchos de sus horribles recuerdos a la superficie, dice Kahn.

Como solicitantes de asilo no reconocidas, no son elegibles para ninguno de los beneficios de desempleo que el gobierno israelí proporciona a sus ciudadanos desempleados.

Aunque hay algunos grupos de ayuda humanitaria que trabajan con solicitantes de asilo en Israel, Kuchinate es el único que proporciona tratamiento psicosocial específicamente a las mujeres sobrevivientes de tortura y trata.

“Estas mujeres son sobrevivientes de tortura y llevan 60 kilos de equipaje en la espalda. COVID-19 acaba de agregar otros 70 kilos; es una carga muy pesada de soportar”, dice Kahn. “Las mujeres se han sentido muy desesperadas y están en un estado de miedo: miedo a la supervivencia, miedo al cambio, miedo a perder sus trabajos. Hay una falta de esperanza para el futuro. Es muy estresante”.

Su objetivo principal, dice la hermana Azeeza, ha sido ayudar a empoderar a las mujeres y hacerlas autosuficientes. Desde sus humildes comienzos vendiendo pequeños artículos hechos a mano en ferias de artesanía, el colectivo estaba realmente floreciendo antes del brote de COVID-19, dice. Kuchinate se había convertido en un pilar en el mapa turístico de Tel Aviv para los visitantes locales e internacionales. Las mujeres participaron en exposiciones de arte y fotografía en museos, quioscos y ventas en las viviendas. Encontraron apoyo y un sentido de parentesco entre sí: venir a trabajar juntas, comer juntas y unirse para recibir asesoramiento.

Judith Sudilovsky es una periodista galardonada que ha cubierto temas de fe, esperanza y vida en Israel y Palestina por más de 30 años.

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