Una fría mañana de marzo, los pacientes comenzaron a reunirse dentro de los gruesos muros de piedra del antiguo dispensario franciscano en el barrio Klot Beik de El Cairo, un activo distrito comercial en las afueras de la capital egipcia.
El dispensario está situado dentro de un complejo italiano de edificios, construido en 1859 para albergar el convento y varios apostolados de las Hermanas Misioneras Franciscanas del Inmaculado Corazón de María, la primera orden de religiosas católicas en la ciudad. Hoy en día, las hermanas dirigen 15 escuelas y cinco dispensarios en todo Egipto.
El dispensario en Klot Beik, que desde su fundación ha servido a los residentes más vulnerables de la zona, atiende entre 150 y 200 pacientes por día. Ofrece varios servicios: odontología, gastroenterología, otorrinolaringología, oftalmología y dermatología. Pero es mejor conocido por su clínica de otorrinolaringología.
La hermana Suhair Mamdouh, la directora del dispensario, puede realizar algunos procedimientos menores, como irrigaciones de oído. Los procedimientos que las hermanas realizan generalmente son gratis. Se cobran tarifas por una visita con un médico, pero no se cobran si el paciente no tiene los medios para pagar.
La hermana Suhair realiza un examen inicial del oído de Hassan Suleiman. El hombre de 70 años, que depende de las pensiones del gobierno para los pobres de Egipto, ha llegado a que le irriguen el oído.
“Son buenas personas”, dice sobre el personal del dispensario. “Cuando mis cuatro hijos y yo necesitamos tratamiento, venimos aquí. Nos ayudan mucho”.
La hermana Suhair destaca que el dispensario continúa viviendo a la altura del espíritu de la fundadora italiana de la congregación, la beata María Caterina Troiani, en su cuidado por todas las personas, independientemente de su raza, clase o religión.
“Aceptamos al paciente sobre la base de que esta persona tiene valor y es amada y apreciada por Dios”, dice ella.
A partir del siglo XIX, varias órdenes católicas llegaron a Egipto y construyeron escuelas, dispensarios y orfanatos para servir a los pobres. La atención médica ha sido una parte integral de su misión.
El dispensario Klot Beik, conocido localmente como el dispensario Saba Banat (Siete Hijas), por las siete hermanas que establecieron el servicio, es uno de los aproximadamente 30 dispensarios operados por congregaciones religiosas católicas que brindan atención médica gratuita o de bajo costo a los residentes más pobres de Egipto.
Debido a la actual crisis económica, estos servicios se han vuelto aún más importantes para las poblaciones vulnerables. El aumento del costo de vida ha puesto la atención médica fuera del alcance de millones de egipcios quienes luchan por llegar a fin de mes.
Sanaa Hosni, de 52 años, viajó al dispensario de Al Hassanin, un pueblo en Giza, al sur de El Cairo, con su hijo de 12 años para que le extirparan un absceso en el oído. Su clínica ambulatoria local le habría costado mucho más, dice.
“Los pobres saben que no serán ignorados aquí”.
“Hay otros lugares que piden el mismo precio que yo pago aquí, pero no hay atención, limpieza ni orden”, agrega, “y el médico realiza el chequeo rápidamente y no responde a mis preguntas”.
Hosni dice que lucha por ganarse la vida vendiendo detergente para mantener a sus dos hijos. Aún así, a su familia le está yendo mejor que a otros.
“Algunas familias tienen cinco o siete hijos”, dice. “Estas familias sufren mucho. No les alcanza para comprar carne. Conozco a muchas personas que van al carnicero solo para comprar un hueso para hacer sopa”.
En 2022, desde el inicio de la guerra contra Ucrania, el gobierno egipcio devaluó la libra egipcia tres veces, despojando a la moneda de más de la mitad de su valor, mientras que los precios de las materias primas se duplicaron. Se anticipó una cuarta devaluación en la primavera de 2023, pero el gobierno se mostró reacio a dar ese paso, ya que la inflación había alcanzado el límite de lo que la mayoría de los egipcios podían permitirse: en febrero, la tasa de inflación anual de Egipto alcanzó el 40,26%, el nivel más alto en la historia del país.
El gobierno culpa a la pandemia del coronavirus y a la guerra en Ucrania por la crisis económica. Sin embargo, después de otorgar a Egipto un rescate de $3 mil millones en diciembre pasado, el Fondo Monetario Internacional declaró en su informe de enero que esos eventos mundiales aceleraron, pero no causaron, la crisis en el país.
Desde que el gobierno actual asumió el cargo en 2014, Egipto ha gastado mucho en megaproyectos de lujo que no generan ingresos, como autopistas, monorrieles y nueva infraestructura urbana. El proyecto más destacado es una nueva capital administrativa en el desierto al este de El Cairo, al costo de $58 mil millones. Ahora, Egipto lucha por pagar los préstamos que financiaron la mayoría de esos proyectos.
Bajo este contexto, el 29,7% de la población egipcia vive en la pobreza, según estadísticas de 2019-2020. Se espera que esta cifra aumente significativamente, pues millones de personas, consideradas de clase media baja, continúan perdiendo su equilibrio financiero bajo la presión económica.
El padre Kirollos Nazim dirige la oficina de desarrollo del Patriarcado Copto Católico de Alejandría. Dice que el número de personas que buscan asistencia en clínicas administradas por la iglesia ha aumentado en los últimos meses y cada vez más por afecciones relacionadas con el estrés, como diabetes, presión arterial alta y enfermedades cardíacas.
“A medida que las necesidades básicas se vuelven más caras, las personas ya no pueden cubrir el costo de los tratamientos”, dice el padre Nazim; agrega que la población pobre de Egipto sigue creciendo, a pesar de los esfuerzos del estado por ayudar.
“Cada vez encontramos más personas que piden nuestra ayuda, y esto nos hace sentir responsables de continuar y mejorar la calidad de nuestro servicio”.
La hermana Mariam Faragalla, superiora de las Hermanas Misioneras Franciscanas del Inmaculado Corazón de María, dice que el dispensario no ha aumentado sus tarifas a pesar de la inflación.
“Eso aumentaría la carga para las familias pobres, y no podemos presionarlas más”, dice.
Un chequeo médico en Klot Beik cuesta 50 libras egipcias (1,62 dólares). El gobierno proporcionaba servicios similares gratuitos o de bajo costo para los pobres, pero estos servicios se han deteriorado en las últimas décadas. Se puede recibir atención en una clínica u hospital privado, pero cuesta cuatro o cinco veces más que la tarifa del dispensario.
En las últimas tres décadas, la población de Egipto casi se ha duplicado a 105 millones de personas, convirtiéndose en el país más poblado del mundo árabe, y con ello la proporción de pobres del país. El crecimiento ha superado la capacidad del gobierno para invertir en salud, educación e infraestructura, haciendo que los servicios estatales sean insuficientes, abarrotados y obsoletos, lo que ha resultado en una disminución en los indicadores de desarrollo humano del país.
Samira Muhammad espera fuera del dispensario para que le extraigan un diente. La ama de casa, viuda de 68 años, vive en Al Haram, al oeste de El Cairo, con su hijo mayor, un pintor de casas, que lucha por mantener a su esposa y tres hijos debido a su trabajo irregular y al aumento de los costos. Sin una pensión o un ingreso regular, Muhammad no puede pagar sus necesidades de atención médica.
“¿Quién puede pagar 300 o 400 libras para un médico en una clínica privada? Necesitaba una radiografía, que me costó 500 libras, y Dios envió gente para ayudarme”, dice refiriéndose a una experiencia providencial en su vida.
“¿Cuánto cuesta un pollo? ¿Un kilo de arroz?”, continúa. “La necesidad aumenta cada día, y no sabemos cómo ponernos al día”.
La hermana Clara Caramagno, provincial de las Hermanas Misioneras Franciscanas del Inmaculado Corazón de María, describe el dispensario como “un refugio para los pobres”.
“Cuando cerramos durante COVID-19, la gente llamaba a la puerta preguntando a dónde podían ir”, agrega.
Las hermanas están construyendo un nuevo dispensario en el segundo piso de su convento en El Berba, un pueblo pobre en Abu Qirqas, Minya, a unas 180 millas al sur de El Cairo. La hermana Clara dice que como El Berba carece de servicios de atención médica un dispensario sería de gran ayuda. Aunque la congregación cubrió los costos de acabado, el precio del equipo médico ha excedido su presupuesto. La hermana Clara está orando por una solución.
“Estoy segura de que cuando trabajo por los pobres, Dios mismo viene e interviene”, dice. “Tengo gran fe en Dios; he visto milagros en esta casa”.
“Pienso en los pobres; Dios piensa en las hermanas. Hay un contrato entre nosotros”, añade sonriendo.
Las Hermanas Franciscanas Mínimas del Sagrado Corazón, fundadas en Italia por la beata María Margarita Caiani en 1902, operan un dispensario en Kafr el Dawar, una ciudad industrial a casi 20 millas al sureste de Alejandría, y un orfanato para niñas. Cuatro hermanas dirigen el dispensario, que atiende a unos 150 pacientes. La mayoría de los pacientes provienen de los pueblos rurales cercanos, donde la tasa de pobreza es más alta y los servicios de salud son más deficientes.
“Algunas familias tienen hasta siete hijos. No les alcanza para comprar carne. Conozco a muchas personas que van al carnicero a comprar solo un hueso para hacer sopa”.
El dispensario fue fundado en 1972 en respuesta al número de personas que iban al convento para ver a la hermana Efisia Motci, que había desarrollado un ungüento para las quemaduras.
“Debido a la eficacia del ungüento, el lugar tenía fama de tener una dama santa”, dice la hermana Afaf Nassih, superiora de la comunidad. “Ella no era solo una enfermera para ellos; era una santa que hacía milagros”.
El dispensario hoy responde a varias necesidades de salud. En este día, una anciana con atuendo rural típico se sienta frente al Dr. Ismail Arafa, el otorrinolaringólogo, quien levanta la voz para hablarle. “Necesitas un audífono”, dice varias veces hasta que ella lo escucha.
Ella, con las manos levantadas, responde: “No tengo dinero para comprarlo”.
El Dr. Arafa le pide a su asistente que no le cobre el examen, pero ni él ni las hermanas pueden ofrecerle más porque el costo de tales dispositivos excede el presupuesto del dispensario. El doctor aconseja a la mujer que vaya al hospital del gobierno y solicite un audífono financiado por el estado, cuyo proceso puede tardar meses.
Issam Abu al Yazid, de 52 años, sufre de una hemorragia ocular. A pesar de estar empleado en el hospital estatal El Miri, donde tiene derecho a tratamiento gratuito, prefiere venir al dispensario.
“En otros dispensarios, los médicos no hablan con los pacientes. En cambio, se les dice: ‘Tienes que venir a mi clínica privada’, que cuesta cuatro o cinco veces más de lo que pagan aquí”, explica Al Yazid. “Aquí, es como un examen en una clínica privada, pero a un precio más bajo”.
La crisis económica ha aumentado el costo y la escasez de medicamentos, cirugía y tratamiento para enfermedades crónicas, a pesar de los intentos del gobierno de proporcionar divisas para importar estos bienes.
“El costo de los servicios médicos se ha vuelto astronómico para la mayoría de los egipcios”, dice el Dr. Reneh William Naoom, dermatólogo del dispensario. “Tan pronto como agarro el bolígrafo para escribir una receta, es común escuchar al paciente decir: ‘Tenga cuidado, doctor, no recete nada caro’. Aquí, solo pagan 50 libras, mientras que pagarían al menos unas 300 libras por el mismo servicio en clínicas ambulatorias”.
El Dr. Ashraf Boulos, un ortopedista, ha trabajado en la clínica desde 1990. Por lo general, está muy ocupado, ya que es bien conocido en la ciudad.
“El pago que recibo en otras clínicas es tres o cuatro veces mayor”, dice. “Pero siento que el tiempo que paso aquí es una bendición para mí”.
La misión de la iglesia de establecer nuevos servicios de atención médica en Egipto choca con la falta de vocaciones a la vida religiosa, dice el padre Nazim. Para superar este problema, un número creciente de laicos están siendo entrenados en la misión, dice.
El Dr. Nader Michel, S.J., cardiólogo y sacerdote jesuita, trabaja en otra clínica administrada por la iglesia en El Cairo. Para promover la excelencia continua en las clínicas administradas por la iglesia, ha organizado seminarios de capacitación y desarrollo profesional desde 1993. Alrededor de 45 enfermeras, 15 laicos y 30 religiosas de varias congregaciones en El Cairo y Alejandría, participan en estas sesiones.
Él dice que los centros de atención médica administrados por la iglesia tratan a muchos pacientes porque “tienen un historial” de tener enfermeras y médicos calificados que brindan una buena atención con “respeto y aprecio por el ser humano”.
“Los pobres saben que no serán explotados ni ignorados aquí”, dice.
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Conexión CNEWA
La población de Egipto ha sobrecrecido en las últimas décadas, poniendo una pesada carga en su infraestructura ya inadecuada, de servicios infantiles a cuidado de ancianos; instalaciones educativas y de atención médica y programas de desarrollo agrícola y comercial responsable. Una décima parte de los 105 millones de habitantes de Egipto son cristianos, la mayoría pertenecientes a la Iglesia Ortodoxa Copta, y muchos participan en programas de servicio social que benefician a todos los egipcios, cristianos y musulmanes. CNEWA apoya muchas de estas actividades, incluyendo el cuidado de salud. Aliviar estas cargas permite que estas iniciativas apoyen mejor a los pacientes al reducir, y en algunos casos cubrir, sus gastos médicos.
Para apoyar este trabajo crucial, llame al 1-800-442-6392 (Estados Unidos) o al 1-866-322-4441 (Canadá) o visite https://cnewa.org/es/trabajo/egipto/