CNEWA Español

Revista ONE

La publicación oficial de
Asociación Católica para el Bienestar del Cercano Oriente

Celebrando 50 años | Dios • Mundo • Familia Humana • Iglesia

Sanando el Trauma de la Guerra

Niños en Ucrania encuentran esperanza y sanación después de años de pérdidas

Las calles empedradas de Lviv, cubiertas de una suave nieve recién caída, tenían una inusual apariencia de calma para un sábado a mediados de enero. Una alerta de ataque aéreo detuvo, una vez más, la vida en la capital cultural del oeste de Ucrania y vaciado sus calles de su bullicio normal durante más de una hora.

Luego, una voz en el sistema de parlantes de la ciudad rompió la quietud: “Atención. La alerta de ataque aéreo ha terminado. Pueden salir del refugio de protección civil. Ayuden a niños y ancianos. Regresen a sus hogares y lugares de trabajo”.

Rápidamente, un grupo de adolescentes y sus maestros salieron del edificio gubernamental donde se habían refugiado. Afuera, los adolescentes se dispersaron y comenzaron a lanzarse bolas de nieve, que volaron durante el camino de 10 minutos de regreso al edificio que alberga a Caritas Lviv.

Caritas Lviv es uno de los 40 centros de Caritas Ucrania, la organización benéfica de la Iglesia greco-católica ucraniana en Ucrania. La guerra de Rusia trajo nuevos desafíos para Caritas Lviv, desde el 2014 con la anexión rusa de Crimea y su ocupación de partes de las provincias de Donetsk y Luhansk, y culminando con la invasión rusa a gran escala en febrero de 2022.

En ambos momentos, pero más aún en 2022, Caritas Lviv se transformó en punto de distribución de ayuda humanitaria, ya que Lviv se convirtió en un principal centro de tránsito para los ucranianos que huían del país y en una importante ciudad de acogida para los desplazados internos.

Según las Naciones Unidas, al 10 de enero, la guerra de dos años generó 6,3 millones de refugiados, 3,7 millones de personas desplazadas internamente, mató al menos a 10.233 civiles e hirió a más de 19.200.

“Es muy importante estar emocionalmente cerca, para jugar, para dejar claro que todavía estamos vivos y que todo es normal”.

Los niños han pagado un alto precio en esta guerra. Al menos 575 niños han muerto y 1.260 han sido heridos. Más de 2 millones de niños se cuentan entre los refugiados y alrededor de 1 millón entre los desplazados internos, lo que deja a casi dos tercios de todos los niños ucranianos sin hogar.

Los niños en Ucrania no tienen acceso adecuado a la educación ni a la atención sanitaria, ya que las escuelas, hospitales y fuentes de agua y energía han sido dañados o destruidos. Según el gobierno ucraniano, más de 3.790 instalaciones educativas han sido dañadas o destruidas desde febrero de 2022.

Además, el portal estatal “Children of War” (“Niños de la Guerra”) informa que alrededor de 19.500 niños ucranianos han sido secuestrados y deportados por la fuerza a Rusia, donde se les ha cambiado el nombre, se les adoctrina, se les prohíbe el uso de la lengua ucraniana y se les coloca bajo tutela rusa. A mediados de enero, sólo 517 de estos niños fueron repatriados, según Dmytro Lubinets, comisionado de derechos humanos del parlamento de Ucrania.

Una madre ucraniana, desplazada, y sus dos hijos en una habitación.
Una madre desplazada y sus hijas viven en una vivienda proporcionada por Caritas Dnipró. (foto: Konstantin Chernichkin)

Sin un fin de la guerra a la vista, el impacto en la salud mental y el bienestar de los niños ucranianos es una preocupación creciente. Según estima UNICEF, 1,5 millones de niños corren el riesgo de sufrir depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático y otros problemas de salud mental, con posibles efectos a largo plazo.

Caritas Ucrania reconoció la necesidad de mitigar desde el principio el impacto de la guerra en los niños. En abril de 2022, apenas dos meses después de la guerra, el equipo de Caritas Lviv había organizado espacios adaptados a los niños en dormitorios para desplazados internos. Sofía Zotina, psicóloga de Caritas Lviv, recuerda la migración masiva de ese momento. Los niños estaban un día en Lviv y al siguiente se iban.

Zoriana Lukavetska, que dirige la programación de Caritas Ucrania para niños y jóvenes, dice que la psique de un niño es bastante resistente y puede hacer frente al estrés, siempre y cuando cerca haya un adulto al que acudir en busca de ayuda. No obstante, los padres ucranianos tienen sus propios traumas y desafíos vitales relacionados con la guerra —con sus maridos en el frente de batalla hay muchas madres solas— mientras buscan trabajo e intentan establecer sus familias en una nueva ciudad.

Desde 2022, 35 centros Caritas en toda Ucrania, con psicólogos, tutores y terapeutas, han brindado servicios para niños ofreciéndoles un espacio seguro para adquirir nuevas habilidades, socializar con sus compañeros y aprender técnicas para afrontar el trauma de la guerra y la pérdida. Hasta la fecha, los centros han acogido a 152.000 niños y 2.250 padres.

Aunque todos los centros Caritas utilizan un enfoque común basado en evidencia en su trabajo con niños y sus consultas con los padres, cada centro organiza sus propias actividades sociales y extracurriculares. El centro de Lviv, por ejemplo, ofrece clases de cocina para los niños a las que los padres pueden asistir.

El programa extraescolar para niños desplazados de Caritas Lviv incluye clases de cocina. (foto: Konstantin Chernichkin)

Los niños que han experimentado traumas y estrés severo pueden presentar cambios en su comportamiento y capacidad de aprendizaje, así como retrocesos en su desarrollo físico y emocional. Socializar con otros niños también puede resultar difícil.

Zotina, de Lviv, dice que a estos niños les puede llevar mucho tiempo formar vínculos de confianza y expresar sus sentimientos. Dice que algunos niños admitieron que no querían ser amigos de otras personas por temor a “perder a esas personas”. Otros expresaron temor de que su padre o su hermano lucharan en el frente. Algunos estaban asustados por las sirenas antiaéreas, y otros estaban descontentos “porque pasaron cuatro semanas en un sótano hasta que pudieron salir de Mariupol”, dice.

María Metsenko, de 40 años, y su familia vivían en Siversk, cerca de Donetsk, cuando comenzó la guerra. Las sirenas antiaéreas apenas eran efectivas, ya que a menudo el bombardeo comenzaba antes o justo después de que se activaran las sirenas.

“Ni siquiera tuvimos tiempo de ir al sótano [para cubrirnos]”, dice su hijo, Ilya, de 11 años.

El bombardeo fue incesante y la familia decidió partir hacia Lviv, donde los voluntarios los ayudaron a encontrar un apartamento.

“Cuando nos fuimos, besé las puertas de entrada y dije que volvería”, dice Metsenko. “Pero esas puertas ya no están ahí. No hay ningún lugar al que regresar”.

Los niños desplazados del programa extraescolar de Caritas Lviv se refugian durante una alarma de ataque aéreo el 13 de enero. (foto: Konstantin Chernichkin)

Más tarde, Metsenko supo de Caritas, donde, según ella, fueron recibidos como si fueran de la familia. Ha notado cambios positivos en su hijo desde que comenzó a asistir al programa infantil. Si antes tenía dificultades para hablar de sus sentimientos, ahora es más abierto y sociable. Ella cree que el programa le ayudará a “no albergar algún tipo de trauma”.

Los niños experimentan el trauma de la guerra en múltiples niveles. Además de estar expuestos a una violencia extrema, también experimentan el dolor de haber perdido a sus padres, a familiares, sus hogares, pertenencias, sus vínculos comunitarios y a sus amigos.

Liza Vetoshko, de 13 años, de Volnovakha, en Donetsk, extraña la ciudad, a sus amigos y caminar por el Mar de Azov en Mariupol, a una hora en auto. Volnovakha está bajo ocupación rusa desde marzo de 2022.

“Lloré mucho el año pasado. Estaba muy triste porque no tenía amigos ni nadie con quien hablar”, dice. “Después de que comencé a ir a Caritas, tuve un momento brillante en mi vida. Tengo muchos más amigos ahora. Simplemente me hizo sentir mejor”.

“Quiero volver a Járkov y que todo vuelva a ser como antes, para estar con mi padre”.

Al pie de los Cárpatos en el oeste de Ucrania, Kolomyia sorprende con su hermosa arquitectura y el único museo del mundo dedicado exclusivamente a la pysanka, el tradicional huevo de Pascua pintado. Pintar pysanka es una de las actividades para los niños que asisten a Caritas Kolomyia.

Durante un taller a mediados de enero, la psicóloga Uliana Romaniuk dirige una sesión de arteterapia para niños y padres. Unos 10 niños que asisten a Caritas Kolomyia han perdido al menos a uno de sus padres en la guerra.

Romaniuk explica la actividad a las 25 personas presentes: Dibuje una casa de un piso, en la que el techo represente su meta o sueño a corto plazo, las paredes las principales tareas necesarias para lograr esa meta y el sendero los pasos necesarios para completar cada tarea en el cumplimiento del sueño. A ambos lados del sendero, deben dibujar barreras que podrían impedirles alcanzar su objetivo.

Cada familia trabaja en el dibujo y luego lo presenta al grupo. Yaroslav Dvortsov, de 11 años, explica que sus paredes representan el reencuentro con su familia.

“Quiero volver a Járkov y que todo vuelva a ser como antes”, dice, “para estar con mi padre”.

Su padre, policía, permaneció en Járkov. Yaroslav dice que la valla que trazó como barrera representa la guerra y que es posible superar la barrera apoyando al ejército ucraniano para lograr una victoria.

Familia tras familia menciona la guerra como una barrera y la paz como su sueño. Después de las presentaciones, el psicólogo resume cómo se puede encontrar algo positivo, incluso durante la guerra: hay una reevaluación de los valores, una valoración de lo que antes no se valoraba y una comprensión de la importancia de la familia.

“Después de que comencé a ir a Caritas, tuve un momento brillante en mi vida”.

Para la siguiente actividad, se pide a las familias que utilicen fieltro morado para hacer un Pomogaiko, un héroe imaginario en forma de mancha o estrella, que pretende ayudar a superar crisis o circunstancias difíciles. Se puede guardar en una caja o debajo de una almohada y sacarlo cuando sea necesario, sugiere la psicóloga.

Después de la sesión, los niños hacen burbujas mientras suena música relajante y una sonrisa brilla en el rostro de cada persona.

Una psicóloga de Caritas en Dnipró ofrece asesoramiento personalizado a un niño desplazado que sufre ataques de pánico. (foto: Konstantin Chernichkin)

La vista de Kamianské, al acercarse a la estación de tren, se abre a una gran planta metalúrgica, de cuyas chimeneas sale un denso humo gris. La contaminación es un problema grave en esta ciudad industrial a orillas del río Dnipró, al este de Ucrania, que cuenta con varias plantas metalúrgicas y químicas y está próxima a una instalación de almacenamiento de residuos de la producción de uranio.

Kamianské, tercera ciudad más grande de la región de Dnipropetrovsk, se convirtió en refugio para desplazados internos en 2014, cuando comenzó el conflicto en Donbas. En ese momento, Caritas Kamianské identificó el aislamiento y el trauma que experimentaban los niños desplazados por el conflicto y estableció un espacio acogedor para los niños, que luego se convirtió en un centro.

En 2022, la ciudad volvió a ser un refugio, pero a mayor escala, al acoger a 29.000 personas que huyeron de la guerra en Donetsk, Zaporizhzhia y Járkov. Oksana Kolotylo, coordinadora de Caritas Kamianské, recuerda lo deprimida y asustada que estaba la gente cuando llegaron hace dos años. Los niños tenían miedo de los ruidos inesperados —el paso de un tranvía podría asustar a un niño— y les costó adaptarse al nuevo entorno.

Los niños que mostraron el mayor trauma fueron los que huyeron de Mariupol bajo el bombardeo ruso. Describían cómo los aviones lanzaban bombas continuamente y hablaban de los familiares que murieron.

“Era como sacado de una película de terror. Cuando un niño te dice esto, da miedo”, dice Kolotylo. A algunos niños les llevó un año de visitas al centro para empezar a hablar sobre sus experiencias de la guerra, añade.

Además del juego y la terapia artística específicos para cada edad, el centro ofrece un programa de teatro que ayuda a los niños a procesar las emociones negativas y el trauma a través del juego de roles.

Maria Kuskova, 35, de Járkov, trae a su hijo Miron, 8, al grupo de teatro. Afuera, un tranvía retumba sobre las vías de la ciudad, mientras Miron, en el escenario, interpreta a un personaje malvado ante 11 chicas.

Mientras Miron actúa, Kuskova socializa con otras madres que comparten sus cargas.

“La creatividad no te ayuda a olvidarte de la guerra, pero te ayuda a cambiar de rumbo. Empiezas a vivir”, dice Kuskova.

Los adultos y los niños reaccionan de manera diferente al estrés, dice Liliya Lytvinenko, psicóloga de Caritas Kamianské. En momentos de estrés, la respiración de un niño se desacelera, al igual que los sistemas funcionales del cuerpo, lo que podría afectar su salud física a largo plazo.

El impacto del estrés prolongado también puede inhibir la creación de neuronas en el cerebro, perjudicando la función cognitiva, el aprendizaje y la memoria. Subraya la importancia de controlar la salud general de los niños que sufren un trauma para evitar enfermedades físicas y mentales inducidas por el estrés, así como la regresión del desarrollo.

Lytvinenko recuerda haber ayudado a un niño de Mariupol que, a los 4 años, no sabía ir al baño debido a la regresión en su desarrollo provocada por las circunstancias de la guerra. Cuando la familia llegó a Caritas Kamianské, ella utilizó juegos y terapia de juego durante 45 días para ayudar al niño a dejar los pañales.

Para la mayoría de los niños ucranianos, señala, estos dos años de guerra fueron precedidos por dos años de aislamiento debido a los confinamientos por el COVID-19 y al aprendizaje a distancia, lo que creó una situación de traumas sucesivos y desafíos de desarrollo. Destaca la importancia de que un niño sienta que forma parte de una comunidad, “que no estamos solos”.

“Es muy importante estar emocionalmente cerca”, dice, “para jugar, para dejar claro que todavía estamos vivos y que todo es normal: puedes desarrollarte, divertirte y jugar, y podemos hacerlo juntos”.

Conexión CNEWA

En los dos años desde la invasión rusa de Ucrania, CNEWA ha distribuido más de 6,2 millones de dólares a sus socios en Ucrania y países vecinos, respondiendo a las necesidades tanto de los refugiados como de los desplazados internos. El apoyo a estos socios, entre ellos Caritas Ucrania, la Universidad Católica Ucraniana y la curia de la Iglesia greco-católica ucraniana, ha proporcionado paquetes de alimentos, apoyo psicosocial, educación y vivienda a los desplazados y vulnerables. CNEWA también apoya a Caritas Ucrania en sus iniciativas para abordar el trauma y las consecuencias para la salud de los niños de la guerra.

Para apoyar este trabajo crítico, en un momento tan crítico, llame al 1-866-322-4441 (Canadá) o al 1-800-442-6392 (Estados Unidos) o visite https://cnewa.org/es/que-hacemos/ucrania.

Lea este artículo en nuestro formato de impresión digital aquí.

Kateryna Malofieieva es una periodista y productora de televisión que vive en Kiev. Cubre el conflicto en Ucrania desde 2014. Su trabajo ha sido publicado por The Times of London, NPR y Al Jazeera.

Conozca nuestro trabajo y manténgase informado del impacto que brinda su apoyo.

Nous constatons que votre préférence linguistique est le français.
Voudriez-vous être redirigé sur notre site de langue française?

Oui! Je veux y accéder.

Hemos notado que su idioma preferido es español. ¿Le gustaría ver la página de Asociación Católica para el Bienestar del Cercano Oriente en español?

Vee página en español

Compartir