“El diálogo interreligioso e intercultural no es opcional, sino una necesidad vital de nuestro tiempo, especialmente para nuestro país devastado por la guerra, Siria”, dijo el arzobispo católico sirio Jacques Mourad de Homs, al recibir el Premio San Juan Pablo II en el Salón Real del Palacio Apostólico.
Fue secuestrado en el 2015 por terroristas del Estado Islámico y torturado en un intento por hacerlo renunciar a su fe, incluso sometido a observer una ejecución escenificada, el entonces padre Mourad soportó cinco meses de cautiverio sin negar a Cristo.
Tras su liberación, fue nombrado arzobispo de Homs y se convirtió en un incansable defensor de la reconciliación.
El 18 de octubre recibió el Premio San Juan Pablo II, entregado por el padre Pawel Ptasznik, presidente de la Fundación Juan Pablo II del Vaticano. El premio se estableció para promover la comprensión del pensamiento y el legado de San Juan Pablo II y su influencia en la vida de la iglesia.
“En la segunda edición de este premio, honramos al arzobispo Jacques Mourad en reconocimiento a su vida de servicio, su testimonio de fe, amor cristiano, diálogo interreligioso y su dedicación a la paz y la reconciliación”, dijo el cardenal Kurt Koch, prefecto del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y presidente del comité del premio, durante la ceremonia oficial.
La ceremonia tuvo lugar en presencia del cardenal Mario Zenari, nuncio apostólico en Siria; el cardenal James Harvey, arcipreste de la Basílica de San Pablo Extramuros; la ex primera ministra polaca Hanna Suchocka; y varios embajadores, clérigos e invitados distinguidos.
El cardenal Koch agradeció al arzobispo Mourad por su fiel testimonio y recordó las palabras de San Juan Pablo II, quien alentó el diálogo ecuménico e instó a la iglesia a “respirar con dos pulmones”, oriental y occidental, un ideal que continúa guiando el trabajo del galardonado con el premio.
El profesor Andrea Riccardi también destacó este aspecto de la vida del arzobispo Mourad en su discurso, en el que presentó los logros del galardonado. Concluyó diciendo que el deseo del arzobispo Mourad de “vivir juntos entre la diversidad como hermanos” debería servir como un mensaje universal.
El arzobispo reforzó este mensaje en su discurso de aceptación.
“Este premio es un reconocimiento de la Iglesia Católica al trabajo espiritual, social e intelectual realizado por la Iglesia en Siria en todas sus estructuras. Es una iglesia que ha librado una noble lucha a lo largo de estos años difíciles”, dijo.
El arzobispo Mourad expresó su gratitud a los jóvenes y a las hermanas religiosas que apoyan la misión de la iglesia en Siria, enfatizando que el premio es, en esencia, un reconocimiento a la iglesia en Siria. Destacó su importancia para las relaciones ecuménicas y el diálogo interreligioso.
“Hoy, especialmente en Siria, tanto los cristianos como los musulmanes están llamados a reconocer y nutrir los lazos que nos unen”, dijo. “Todas nuestras tradiciones religiosas defienden la santidad de la vida y la dignidad de la persona humana. Junto con todas las personas de buena voluntad, buscamos la paz. Por lo tanto, digo con énfasis: la investigación teológica, el diálogo interreligioso e intercultural no son opcionales, son una necesidad vital de nuestro tiempo, particularmente para nuestro país, Siria, desgarrado por la guerra”.
Señaló además que Siria, después de años de sufrimiento, se está moviendo hacia un cambio genuino, pero aún necesita solidaridad y apoyo para avanzar poderosamente hacia la reconciliación y la democracia.
“Somos un pueblo de fe y, por lo tanto, un pueblo de esperanza: este es nuestro testimonio al mundo. Esperamos que nuestra perseverancia en la esperanza se convierta en un llamado a un compromiso internacional renovado para encontrar formas de construir una paz verdadera”, enfatizó.
El arzobispo Mourad agradeció a la Iglesia Católica, en la persona del Papa León XIV, y a la Fundación Juan Pablo II por su compromiso y aliento a las iniciativas destinadas a fomentar el diálogo y construir una paz duradera.
“Dedico este premio ante todo al padre Paolo Dall’Oglio, pionero del camino y la misión del diálogo renovado en Siria, basado en las enseñanzas de la Iglesia Católica: el mensaje del amor de Cristo hacia los musulmanes”, agregó.
“También lo ofrezco a mi comunidad monástica en Mar Musa, que, desde su fundación en 1982, ha permanecido comprometida con la ‘santa hospitalidad’, acogiendo a todos, y especialmente a los musulmanes, en el nombre de Cristo”, dijo. “La comunidad organiza regularmente reuniones y simposios sobre el diálogo teológico, humanitario y cultural, destinados a construir puentes de entendimiento y reavivar la llama de la fe entre los creyentes”.