El 31 de mayo el Papa Francisco anunció que había invitado a los líderes cristianos de Líbano, católicos y no católicos, a reunirse con él el 1 de Julio en el Vaticano para orar, reflexionar y discutir el estado del pequeño país del Medio Oriente, que sigue recuperándose de la explosión en uno de sus puertos el pasado 4 de agosto.
La explosión mató a cientos de personas, desplazó a más de 300.000 e hirió a más de 6.000. Devastó el corazón cristiano de la ciudad, dañando hospitales, escuelas, conventos y apartamentos en los vecindarios de Ashrafiyeh y Mar Mikael, particularmente.
La explosión, catalogada como la explosión no nuclear más grande jamás registrada, hizo un agujero en el gobierno frágil e ineficaz del país, que desde entonces se resignó a no poder hacerle frente a una economía que se evapora y a la pandemia de COVID-19.
“Líbano es más que un país”, dijo el Papa Francisco, hacienda eco a las palabras de San Juan Pablo II.
Líbano es considerada el último bastión de la comunidad cristiana en el Medio Oriente. Aproximadamente un tercio de la población se identifica como cristiana y el presidente del país debe ser católico maronita.
“Líbano es un mensaje de libertad, un ejemplo de pluralismo para el Medio Oriente y para el resto del mundo. No podemos permitir que se pierda este patrimonio”, dijo él. “No se puede abandonar a Líbano en su soledad”.
Poco después de la explosión, la Congregación para las Iglesias Orientales de la Santa Sede le encargó a la Asociación Católica para el Bienestar del Cercano Oriente (CNEWA) y a l’Oeuvre d’Orient, con sede en Paris, coordinar la ayuda católica a nivel mundial para el país.
Mientras que la entidad compañera de CNEWA se enfocó en las escuelas católicas de Líbano, la Asociación Católica para el Bienestar del Cercano Oriente ha concentrado sus esfuerzos en rehabilitar los dos hospitales católicos dañados, las facilidades de las Hermanas Geitawi y del Rosario, así como dos dispensarios.
La Asociación Católica para el Bienestar del Cercano Oriente (CNEWA) también ha sido responsable de la reparación de casas religiosas dañadas las cuales son atendidas por hermanas religiosas quienes trabajan en 13 centros educativos y sociales en Beirut; ha restaurado más de 100 apartamentos y alrededor de 12 talleres de propiedad de familias vulnerables y en riesgo; ha ofrecido servicios de consejería para 1.100 personas impactadas por la explosión; y ha enviado paquetes de alimentos de emergencia a más de 15.200 familias.
Miles de generosos benefactores a lo largo de Norteamérica y agencias de donaciones en Europa han respondido a las solicitudes de CNEWA, ofreciendo más de $4.8 millones en fondos hasta la fecha.
“Esta tormenta perfecta de desastres múltiples que han golpeado a Líbano ahora ha devastado a la clase media del país, a la que pertenecen la mayoría de cristianos del país”, dijo Michel Constantin, director regional de la Misión Pontificia-CNEWA para Líbano.
“Al haber perdido la mayoría de sus ahorros, los medios con que se ganaban la vida y su capacidad de compra, el peligro de que huyan de su tierra natal es real”, dijo él.
Constantin añadió que las oraciones, los mensajes de apoyo y las miles de generosas respuestas a los pedidos de la Asociación Católica para el Bienestar del Cercano Oriente han ayudado a fortalecer la comunidad.
“Todavía no hemos perdido la esperanza”, dijo él.