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En conversación: Caminar, convivir en el campamento de Dbayeh

Escuche a la hermana Magdalena Smet hablar sobre su ministerio en un campamento de refugiados cerca a Beirut en este episodio de “ONE: In Conversation”, disponible sólo en inglés, y lea extractos de la entrevista, traducidos al español, a continuación.

Nota de la directora: La hermana Magdalena Smet, P.S.N., es una de las tres Hermanitas de Nazaret que han dedicado los últimos 37 años a vivir junto a la gente en el campamento de refugiados palestinos de Dbayeh, a unas 8 millas al norte de Beirut. Su trabajo, apoyado por Misión Pontificia, aparece en la edición de diciembre de la revista ONE en español.

El artículo “Sin Salida”, es el último de una serie especial que subraya el trabajo de la Misión Pontificia en el Medio Oriente en este año de su 75º aniversario.

Para concluir el año del aniversario, Laura Ieraci de la revista ONE invitó a la Hermana Magda a una conversación en profundidad sobre cómo comenzó su misión en el campamento de refugiados y cómo la vida en el campamento en todos sus aspectos, materiales y espirituales, está respaldada por la Misión Pontificia.

Escuche a la hermana Magda en este episodio de “ONE: In Conversation”, disponible sólo en inglés, y lea extractos de su entrevista, traducidos al español, a continuación.

Revista ONE: ¿Cómo decidió o discernió su comunidad dedicarse al campamento de Dbayeh en el Líbano?

Hermana Magda: Estamos aquí en este campamento de Dbayeh desde septiembre de 1987, gracias a la Misión Pontificia. Pero es toda una historia, y el Señor dirige la historia de su pueblo.

Antes de vivir en este campamento, nuestra comunidad vivía en otro campamento palestino. Llegamos al Líbano en 1970 y vivimos durante tres años en Bourj Hammoud, un barrio muy popular. Luego, a través de mi trabajo en la fábrica —trabajé como hermanita en una fábrica durante un año— y allí conocí a la gran comunidad palestina.

La fábrica estaba muy cerca de un campo palestino, un campo totalmente musulmán, Tel Zatar [que ya no existe]. Yo no sabía árabe, pero las mujeres que trabajaban en la fábrica eran muy amables. Me llevaron a sus casas. No entendía mucho, pero la amistad y la amabilidad no requieren palabras, así que iba.

Después de un año, comencé a estudiar árabe. En ese momento, nos preguntamos: si realmente queremos vivir la espiritualidad de Charles de Foucauld, debemos ir hacia estas personas a las que se les han negado sus derechos durante años.

Pedimos permiso oficialmente —en ese momento, era la Organización para la Liberación de Palestina— para vivir en un campamento. Era incomprensible para los políticos, pero entonces éramos jóvenes. Por lo tanto, en 1970-1972, completé mis estudios de árabe. Tuvimos dificultades para obtener el permiso. Con la ayuda de nuestro obispo aquí en el Líbano, obtuvimos permiso para vivir en un pequeño campamento palestino, más pequeño que Dbayeh, donde convivían cristianos y musulmanes palestinos.

Vivimos allí durante tres años, y luego estalló la guerra. Estábamos en el campamento. Estuvimos un año allí durante la guerra. El campamento fue destruido, al igual que nuestra pequeña casa comunitaria. Era muy pequeña, muy humilde. Allí vivimos una experiencia intensa, y la experiencia de perderlo todo.

Mientras esperábamos regresar —ya no teníamos nada— vivimos en Jordania durante un tiempo, también entre la población palestina, pero no en un campamento.

En 1987, durante una visita al Líbano, la Misión Pontificia de Jordania en Ammán nos pidió que entregáramos cartas a la Misión Pontificia de aquí, y fue la hermana Maureen, una hermana estadounidense, la que estaba aquí.

Y ella dijo: “He estado buscando durante mucho tiempo hermanas religiosas para el campamento de Dbayeh”.

También era nuestro deseo. También era el deseo del obispo de Beirut, un greco-católico, tener mujeres religiosas allí. Para nosotras, era la voz del Espíritu Santo diciéndonos: “Regresen”.

Revista ONE: ¿Cómo podemos entender lo que sucede en el campamento, donde parece no haber solución, a la luz de las Buenas Nuevas de Jesucristo?

Hermana Magda: No es fácil. No es fácil. Creo que, para nosotras, significa vivir cada día con un corazón contemplativo, tratando de encontrar al Señor en cada situación: los momentos de alegría para las familias, la alegría en lo que nos rodea, en los aspectos de la creación, de la luz, de la naturaleza, pero también en las cosas difíciles, y aceptar, de vez en cuando, la ausencia de Dios en esta vida, una ausencia aparente, porque creemos firmemente que Él está allí,  Él camina con nosotras. De lo contrario, después de tantos años, no estaríamos aquí. No sería posible.

Por lo tanto, necesitamos mantener nuestra atención, un enfoque fuerte, en: ¿Qué nos está diciendo el Señor a través de todo esto, así como a través de las situaciones y problemas de las personas? Cada vez, tratando de discernir cómo se puede, a partir de Él, de Jesús de Nazaret, de su Palabra, seguir hablando, viviendo y a veces proponiendo soluciones, para que las familias, las personas puedan seguir viviendo.

Aquí somos tres Hermanitas. Una hermanita es como la madre de la familia, que acoge a las personas, apoya, prepara, cuida el hogar y ofrece hospitalidad. Ella también ayuda si la gente necesita ropa, la cual recibimos y la distribuye.

Otra hermana es enfermera capacitada. Ella brinda atención a la gente aquí y ofrece visitas domiciliarias porque no hay ningún médico que resida en el campamento.

Una gran parte de mi tiempo lo paso escuchando con mis oídos y mi corazón, escuchando. Queremos que las personas tengan un lugar donde sean acogidas tal como son, y donde tengan la posibilidad y el tiempo de compartir la vida interior, de confiar en alguien y de confiar en que estas cosas se guardan, y yo diría, se guardan en el corazón de Dios porque todo esto —tenemos una pequeña capilla en nuestra casa aquí— todas estas preocupaciones que estas personas traen, las ponemos en el corazón, en las manos de nuestro Señor. Y creo que esto le permite a la gente, a las familias que nos rodean, mantener viva la esperanza, porque no es fácil. No es fácil.

Laura Ieraci es directora de la la revista ONE.

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