Continúa la lucha para los desplazados por la fuerza de Nagorno-Karabaj hace casi un año, a pesar de los esfuerzos para integrarlos en la sociedad armenia. Añoran su tierra, viven sin una residencia permanente y enfrentan desafíos físicos, financieros y psicológicos.
Nagorno-Karabaj, una región en las montañas del Cáucaso sur en el actual Azerbaiyán, fue por siglos predominantemente étnicamente armenia. Se integró a la República Socialista Soviética de Azerbaiyán como región autónoma en 1923. Con la caída de la Unión Soviética en 1991, los armenios étnicos se independizaron y renombraron el territorio como Artsaj. Libraron, desde 1988, una guerra de seis años contra Azerbaiyán por esta causa. A pesar del alto al fuego en 1994, en las décadas siguientes ocasionalmente ocurría un conflicto armado entre las dos partes.
En 2020 estalló una segunda guerra, de 44 días, en la que los armenios étnicos perdieron la mayor parte del territorio que reclamaron 29 años antes. Luego, en septiembre 2023, tras un bloqueo de nueve meses, Azerbaiyán lanzó una ofensiva militar de un día, iniciando la evacuación de al menos 102.000 armenios étnicos a Armenia a través del corredor de Lachin. Cerca de un tercio eran menores de 19 años.
Yulia Sargsyan y su familia estaban entre los desplazados. Se asentaron en Artashat, provincia armenia de Ararat. Ararat, con una población de unos 260.000, acogió a más de 14.650 armenios étnicos el año pasado, la tercera comunidad más grande de desplazados en el país.
La joven de 14 años se reencontró con dos amigas cercanas de su tierra, lo que la ayudó a adaptarse a su nuevo entorno.
Asistir al Centro El Principito, donde recibe psicoterapia para su sueño interrumpido y miedo a ruidos fuertes y lugares oscuros, consecuencias del trauma que experimentó en Nagorno-Karabaj, también ha sido útil, dice.
“Los maestros nos ayudan y nos animan a comunicarnos con niños de aquí”, dice Yulia, quien al principio tuvo dificultades para entender el dialecto armenio local. “He hecho muchos amigos aquí y he aprendido nuevas habilidades, como el bordado, que me ayuda a relajarme”.
El centro, dirigido por Caritas Armenia, apoya a niños vulnerables y sus familias. La psicóloga Suzy Sargsyan trabaja en el centro con unos 50 niños de Nagorno-Karabaj y sus padres. Los niños asisten dos veces por semana, reciben comidas calientes y participan en actividades, como pintura, clases de computación, clases de inglés, costura y deportes.
La psicóloga también da sesiones individuales y grupales sobre cómo manejar el estrés y expresar emociones. Los lugareños también asisten a los grupos, parte de una iniciativa para fomentar las amistades y la integración en la comunidad. Esas sesiones eran imposibles cuando las familias recién llegaron de Nagorno-Karabaj y buscaban satisfacer sus necesidades inmediatas de alimentos, refugio y ropa, dice.
Al principio, los niños de Nagorno-Karabaj estaban “perdidos y alienados”, añade. Pero, desde que se llegaron a la escuela, hicieron amigos y participaron en actividades extracurriculares, “sienten que son parte de nosotros”, dice.
En toda Armenia, hasta junio, había unos 17.300 niños de Nagorno-Karabaj matriculados en escuelas públicas, y unos 3.800 jóvenes asistiendo a universidades o instituciones de formación profesional.
Sargsyan enfatiza la importancia de trabajar con los padres. “Mucho depende de las actitudes y percepciones de los padres”, dice.
“Esta ayuda es vital para nuestros prójimo en situaciones difíciles, les da esperanza y les recuerdan que no están solos”.
Muchos sufren de ansiedad, miedo y angustia y luchan por superar sus pérdidas por la guerra y su situación empobrecida en Armenia. Su estado psicológico afecta a sus hijos, que se deprimen y se vuelven retraídos, dice. Sargsyan busca explicar estas emociones desde un punto de vista psicológico.
“Pasaron por guerra, bloqueo y deportación. Les explico que ante esta situación, la ansiedad, el insomnio, la pérdida de apetito, es normal”, dice. “Cuando una persona entiende lo que está pasando, puede manejar la situación”.
El Centro El Principito también ofrece cursos sobre paternidad y oficios, como peluquería, barbería, sastrería y cosmetología, así como herramientas de trabajo y maquinaria, como máquinas de coser, para ayudar a los padres a ganarse la vida.
“Les damos a las familias estabilidad y habilidades para que puedan cuidarse a sí mismas”, dice Anush Zazyan, una trabajadora social. “No se trata de una ayuda interminable, sino de empoderarlos para que sean autosuficientes”.
Según Tigran Khachatryan, viceprimer ministro de Armenia, hasta el 1 de junio, unas 17.000 personas desplazados habían encontrado trabajo, a pesar de la tasa de desempleo de Armenia, que ronda el 12%, y más de 1.000 registraron nuevos negocios. Además, casi 800 trabajadores de la salud de Nagorno-Karabaj recibieron capacitación adicional para trabajar en el sector de la salud de Armenia.
Sin embargo, según el Servicio de Seguridad Nacional, hasta el 1 de junio más de 10.300 de desplazados abandonaron Armenia para trabajar en otros lugares.
El padre y el hermano de Yulia, sin encontrar trabajo en Armenia, se fueron a Rusia en marzo. Ella y el resto de su familia planeaban unirse a ellos.
Vahe Poghosyan, 16, se inscribió en el curso de barbería de Caritas.
“Llevo más de un mes y ya estoy cortando el pelo, aunque tengo mucho por aprender”, dice.
Originario de Spitakashen, un pueblo de Nagorno-Karabaj, vive en una casa en ruinas y sin un contrato de arrendamiento en las afueras de Artashat con sus padres, abuelos y dos hermanos menores. Sus padres son discapacitados y la familia depende de él como principal proveedor. Vahe espera que su familia no sea desalojada antes de que termine su curso.
Aunque el gobierno armenio tiene programas de ayuda para desplazados, incluido un suplemento de unos $130 para vivienda y utilidades, las familias a menudo tienen dificultades para pagar el alquiler y necesitan mudarse con frecuencia.
La afluencia de personas ha creado una crisis de vivienda en Armenia, con alquileres que se han disparado por la demanda. El alquiler de un apartamento de dos habitaciones, por ejemplo, más que triplicó desde 2019, de $100 a $360.
En abril, ARMSTAT, el comité de estadística de Armenia, publicó nuevas cifras que indicaban que la población residente permanente en el país superaba los 3 millones, un aumento con respecto a los 2,98 millones del año anterior.
Un mes después, el gobierno armenio aprobó un programa estatal de asistencia a la vivienda para familias desplazadas forzosamente de Nagorno-Karabaj que adquieren la ciudadanía armenia. Hasta el 1 de junio, 2.075 habían solicitado la ciudadanía, de la cual se les concedió a 1.437, según Arpine Sargsyan, viceministra del Interior.
Además, casi 97.000 personas de Nagorno-Karabaj recibieron certificados de protección temporal, que les protegen de ser trasladadas a otro país de acuerdo con el derecho internacional.
La legislación armenia también garantiza beneficios sociales a los desplazados, incluyendo una pensión, subvenciones de maternidad y cuidado de niños, y una subvención única por nacimiento de un hijo. Al 1 de junio, más de 26.000 armenios étnicos de Nagorno-Karabaj recibían pensiones y más de 80.000 estaban registrados en el programa de atención primaria de salud del estado, según Khachatryan, viceprimer ministro.
Los padres de Vahe son discapacitados y la familia depende de él como el principal proveedor.
A medida que estos programas de vivienda se ponen en marcha, en respuesta a la escasez y los altos alquileres, el estado ha convertido espacios públicos, como gimnasios y antiguos jardines de infancia, en residencias temporales. En junio, por ejemplo, unas 40 personas, entre ellas padres solteros con hijos, se refugiaban en el antiguo hospital de enfermedades infecciosas de Gyumri, en la provincia de Shirak —un viejo edificio abandonado— viviendo en condiciones extremadamente precarias, con una cocina y baños comunes. Caritas Armenia les proporcionaba alimentos y artículos de higiene.
“Esta ayuda es vital para nuestro prójimo en situaciones difíciles, les da esperanza y les recuerdan que no están solos”, dice Gagik Tarasyan, director ejecutivo de Caritas Armenia. “Nuestra visión no ha cambiado. Inspirados por la Biblia y las enseñanzas sociales de la Iglesia católica, nos esforzamos por crear un entorno en el que las personas nunca están solas en su momento de necesidad”.
La pequeña comunidad católica de Armenia y sus organizaciones han asumido mayores responsabilidades en el cuidado de los desplazados, y Caritas Armenia ha ampliado sus actividades en las cinco provincias en las que sirve: Shirak, Lori, Gegharkunik, Syunik y Ararat. Junto con el ordinariato católico armenio, Caritas abrió las puertas de todos sus centros a los desplazados.
El reverendo Grigor Mkrtchyan, rector de la Catedral de los Santos Mártires en Gyumri, dice que cientos de personas de Nagorno-Karabaj fueron recibidas en las instalaciones de la iglesia y apoyadas directamente por las comunidades eclesiales locales el otoño pasado. Aunque la mayoría se mudó a diferentes pueblos —unas 20 familias cuyos miembros eligieron ser bautizados en la catedral han permanecido en la ciudad—, el padre Mkrtchyan dice que la iglesia permanece “en contacto constante” con ellos.
“Los motivamos a participar en los eventos. Lo necesitan”, dice. “Sólo hay una regla: vivir en Cristo con amor y perdón”.
Ahora, tras un año de la evacuación masiva de armenios étnicos en Azerbaiyán, la mayoría de programas de respuesta rápida para los desplazados han pasado a programas de recuperación temprana, que incluyen apoyo empresarial, mejoras de vivienda y proyectos de desarrollo económico, dice Anahit Gevorgyan, gerente de programas de Caritas Armenia.
La organización trabaja en estrecha colaboración con el gobierno armenio y ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, en proyectos destinados a mejorar la situación de los desplazados, añade. Junto con el gobierno, Caritas Armenia planea estudiar la viabilidad de proporcionar mejores viviendas. Junto con ACNUR, trabaja para sensibilizar a los desplazados sobre sus derechos como refugiados en el derecho internacional, dice Gevorgyan.
“Cuantos más ayuda tengamos, más podremos hacer”, dice.
Vyacheslav Sargsyan, 67, vivió toda su vida en una espaciosa casa de dos pisos en Stepanakert, en Nagorno-Karabaj. Desde octubre de 2023, él, su esposa y sus dos hijas alquilan un apartamento oscuro y húmedo en la planta baja de Artashat, lejos del centro de la ciudad. La habitación principal es estrecha e incluye una cocina de esquina, un baño y una pequeña sala de estar con un sofá y dos sillones. El armario está casi vacío.
El señor Sargsyan recuerda el día en que dejó Stepanakert. “Fui a nuestra casa a buscar algunas cosas, pero el enemigo ya estaba cerca. Me apuntaron con un arma y no pude llevarme nada”, relata.
Su salud se deterioró drásticamente después de eso. En Armenia le diagnosticaron cáncer. Su esposa dice que las cirugías y los tratamientos lo han agotado, y sus malas condiciones de vida están deteriorando aún más su salud. Su único apoyo proviene de Caritas Armenia, que ofrece un programa desde 2016 que proporciona a 60 ancianos paquetes mensuales de medicamentos, alimentos e higiene, así como ropa y ropa de cama dos veces al año. El programa también incluye eventos, como excursiones y caminatas, para aquellos que puedan participar.
Los trabajadores sociales, cuidadores y enfermeras visitan regularmente a los Sargsyans mayores, comprueban su salud, les proporcionan alimentos y medicinas y les ayudan con las tareas domésticas. El señor Sargsyan no podía pagar sus medicinas sin el apoyo de Caritas.
“Debes actuar, usar cada minuto. Cientos de personas necesitan nuestro apoyo. No podemos darnos el lujo de ser débiles”.
“El simple hecho de que alguien nos visite e intercambie algunas palabras es de gran ayuda”, dice. “Solíamos tener un gran círculo social, pero ahora estamos completamente solos”.
Nelly Tatosyan, 38, trabajadora social, es una de los desplazados. El conflicto en la región desde 2020 provocó que su familia se mudara dentro de la región y luego a Armenia, donde se unió a Cáritas Armenia para ayudar a sus compatriotas a adaptarse a una nueva vida. En junio, estaba embarazada de su tercer hijo.
“Solo trato de no pensar demasiado, de lo contrario, puedes volverte loco”, dice.
“Debes actuar, usar cada minuto. Cientos de personas necesitan nuestro apoyo. No podemos ser débiles”.
Conexión CNEWA
Cuando más de 100.000 personas de etnia armenia huyeron a Armenia después de que Azerbaiyán se hiciera con el control de Nagorno-Karabaj en 2023, CNEWA apresuró la ayuda a sus socios, que les brindaron cuidado y atención a sus necesidades, incluyendo alimentos y refugio. Ahora centrados en gran medida en proyectos de recuperación, que incluye apoyo empresarial, mejoras de vivienda y proyectos de desarrollo económico, los socios de CNEWA sobre el terreno, Caritas Armenia y el ordinariato católico armenio, continúan apoyando a los refugiados a medida que se integran en la sociedad armenia. No solo satisfacen las necesidades inmediatas de las personas; brindan esperanza para el futuro.
Para apoyar a CNEWA en este trabajo, llame al: 1-800-442-6392 (Estados Unidos) o 1-866-322-4441 (Canadá) o visite https://cnewa.org/es.
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