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Gaza y la Esquiva Búsqueda de la Paz

Hace dos años, un 7 de octubre, militantes de Hamás irrumpieron en la frontera hacia el sur de Israel, matando a unas 1.200 personas y tomando aproximadamente a 250 rehenes.

Hace dos años, un 7 de octubre, militantes de Hamás irrumpieron en la frontera hacia el sur de Israel, matando a unas 1.200 personas y tomando aproximadamente a 250 rehenes. El ataque, el más mortífero en la historia de Israel, rompió un frágil equilibrio regional y desencadenó una respuesta militar israelí masiva que desde entonces ha transformado a Gaza en uno de los lugares más devastados de la tierra.

Lo que ocurrió inmediatamente después fue un bombardeo israelí sin precedentes y una prolongada campaña terrestre que ha continuado, en mayor o menor intensidad, durante dos años. Vecindarios completos fueron arrasados y la ya frágil infraestructura de Gaza se derrumbó bajo el peso de la guerra. Hoy, las calles del enclave están llenas de escombros, su población agotada y desplazada.

Las Naciones Unidas, en su informe de septiembre de 2025 por la Comisión Internacional Independiente de Investigación, determinaron que Israel “está cometiendo genocidio” y encontraron “motivos razonables para determinar que las autoridades israelíes han cometido y continúan cometiendo” actos consistentes con el genocidio.

Según cifras publicadas por el Ministerio de Salud dirigido por Hamás, más de 67.000 palestinos han muerto y casi 170.000 han resultado heridos en Gaza desde que comenzó el conflicto. Entre los muertos hay al menos 20.000 niños, unas 10.500 mujeres y al menos 4.800 ancianos. Israel sostiene que apunta a los combatientes de Hamás. Los palestinos, sin embargo, condenan los bombardeos como un castigo colectivo infligido a más de dos millones de personas.

La destrucción ha tocado casi todos los aspectos de la vida. Más del 90% de las casas y edificios de Gaza han sido destruidos o dañados, según estima la ONU. Escuelas, lugares de culto e instalaciones públicas están en ruinas. Al menos 25 de los 38 hospitales de Gaza ya no están operativos, y 103 de los 157 centros de salud primaria han sido destruidos. No hay electricidad, el agua potable es escasa y la mayoría de los residentes sobreviven con ayuda alimentaria intermitente.

Sombra de un niño mirando una ciudad destruida.
Una humareda se eleva después de las explosiones en medio de la ofensiva militar israelí en la ciudad de Gaza como se observa desde el centro de la Franja de Gaza el 6 de octubre. (foto: OSV News/Dawoud Abu Alkas, Reuters)

La situación humanitaria es grave. Más de 1,7 millones de personas, aproximadamente tres cuartas partes de la población de Gaza han sido desplazadas. Muchos viven en tiendas de campaña aglomeradas o refugios improvisados que carecen de saneamiento, agua corriente o atención médica. Las agencias de la ONU han anunciado oficialmente que la hambruna se está extendiendo entre la población de Gaza, reportando cientos de muertes por desnutrición y enfermedades, y decenas de miles de niños que sufren hambre aguda.

La economía de Gaza está en colapso. El Banco Mundial estima que la actividad económica se ha reducido en más del 80% desde 2023. Con fábricas, tiendas y granjas destruidas, el desempleo ha aumentado por encima del 70%. El sector privado, que alguna vez fue un modesto motor de empleos, se ha ido; la dependencia de la ayuda humanitaria y los mercados informales se ha convertido en la norma.

La educación está devastada. Miles de estudiantes han perdido años de escolaridad; Muchas escuelas se han convertido en refugios para familias desplazadas. Maestros y estudiantes han muerto en ataques aéreos. El futuro de toda una generación está suspendido por la guerra.

Los intentos de poner fin a la guerra han fracasado repetidamente. En los últimos dos años, mediadores de Egipto, Qatar y Estados Unidos han presionado por un alto al fuego, intercambios de prisioneros y acceso humanitario. Las treguas temporales, incluida una a fines de 2023, ofrecieron un breve respiro, pero ninguna se mantuvo. La profunda desconfianza, las divisiones políticas y la falta del cumplimiento de la ley han descarrilado repetidamente el progreso.

Los pedidos por la paz han llegado de todo el mundo. Los papas Francisco y León XIV han implorado repetidamente poner fin a la violencia, junto con los patriarcas latinos y ortodoxos en Jerusalén, mientras que el secretario general de la ONU, António Guterres, advirtió que la destrucción de Gaza es “una mancha en nuestra conciencia colectiva”. Los líderes de Europa, del Medio Oriente y el mundo árabe han exigido moderación, pero su presión no ha producido un alto el fuego duradero.

Israel continúa defendiendo la guerra como una campaña necesaria contra Hamás. El gobierno israelí enfrenta un escrutinio nacional e internacional sobre cómo resolver el conflicto, incluyendo qué tipo de gobierno podría reemplazar la devastación una vez que terminen los combates.

A medida que la guerra entra en su tercer año, la esperanza persiste, cautelosa pero real. El 29 de septiembre, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dio a conocer una propuesta de paz y alto el fuego de 20 puntos, exigiendo que Hamás se desarme, libere a todos los rehenes y entregue el control a una administración tecnocrática, a cambio de la reconstrucción, la supervisión internacional y la retirada de las fuerzas israelíes.

Las negociaciones entre Israel y Hamás comenzaron en Egipto en el balneario de Sharm El-Sheik, en el Mar Rojo, el 6 de octubre y continuaron el 7 de octubre. En el momento de esta publicación, las negociaciones aún estaban en curso y Hamás había acordado liberar a los 40 rehenes restantes (se cree que unos 20 aún están vivos) y transferir la administración de Gaza a tecnócratas palestinos, pero pidió negociar los otros puntos. La reacción internacional ha sido mixta, pero en gran medida ha acogido con satisfacción el avance en las negociaciones de alto el fuego. El presidente Trump dijo que la respuesta “muestra la intención de paz de Hamas” e insistió en que las negociaciones continúen en Egipto.

Los habitantes de Gaza perseveran con un optimismo cauteloso, templado por la memoria: los alto el fuego han fracasado antes. Para los que se quedan, la supervivencia se ha convertido tanto en resistencia como en rutina, y la paz para los habitantes de Gaza sigue siendo difícil de alcanzar.

El periodista Diaa Ostaz informa desde Gaza.

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