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Cuidando a los jóvenes en medio de los conflictos regionales en Etiopía

Las explosiones de la mañana del miércoles 2 de agosto en Gondar, una ciudad conocida por sus castillos y fortalezas históricos en la región de Amhara, al norte de Etiopía, despertaron a Soliyana Samuel. Su mamá corrió a preguntar a los vecinos qué pasaba.

Para su asombro, era un feroz intercambio de disparos a menos de una milla, en la colina Goha, a plena vista desde su casa. Instantes después, la realidad estrujó sus corazones: El conflicto armado que comenzó en la región de Amhara cuatro meses antes se había intensificado.

Dos días después, el gobierno central de Etiopía declaró un estado de emergencia regional de seis meses. Los intensos combates bloquearon carreteras, impidiendo la entrega de mercancías y haciendo peligrosos los viajes para los civiles.

Samuel, estudiante de tercer año en la Universidad de Injibara, estaba en casa durante un receso semestral. Su escuela, a unas 175 millas al sur de Gondar, fue una de 10 universidades de la región que anunciaron la suspensión inmediata e indefinida de clases. En total cerraron unas 2.000 escuelas, lo que afectó a 2,5 millones de niños y jóvenes. Unos 42 edificios escolares sufrieron daños severos en los combates.

“Todo este conflicto y guerra es entre hermanos y hermanas. Nadie vino de afuera”.

Varias regiones de Etiopía han tenido períodos de violencia y disturbios civiles en los últimos años. El conflicto de Tigray (2020-2022) en la región más septentrional del país entre el gobierno federal y el Frente de Liberación Popular de Tigray mató a unas 600.000 personas y desplazó a unos 2,5 millones. En noviembre de 2022 se firmó un acuerdo de paz y más de 1 millón de personas regresaron a Tigray.

“Pero la implementación del proceso de paz es muy lenta”, afirma Argaw Fantu, director de la oficina regional de CNEWA en Etiopía. “Las familias de los jóvenes que perdieron la vida en la guerra mal calculada no han recibido consuelo ni apoyo adecuado. Los jóvenes parecen desesperados. En algunas partes la anarquía es el mayor temor de la gente; en muchos lugares se producen ataques silenciosos y robos”.

El conflicto de dos años dañó tierras agrícolas, la sequía aumentó la inseguridad alimentaria y los niños abandonaron la escuela debido a la falta de alimentos, afirma. Las iglesias católicas están tratando de iniciar sus programas de alimentación para niños, que normalmente ocurren en el verano, en un esfuerzo por salvar vidas, añade.

La región de Amhara, que limita con Tigray al sur, se había aliado con las fuerzas federales durante el conflicto de Tigray. Sin embargo, la decisión del gobierno federal en abril de 2023 de integrar todas las fuerzas especiales regionales en la fuerza de defensa nacional desencadenó protestas violentas generalizadas. Los habitantes de Amhara lo interpretaron como un intento de disminuir la autonomía regional y temieron que los hiciera más vulnerables a ataques de otros grupos regionales.

Las fuerzas de seguridad regionales en Amhara se negaron a disolverse y tomaron las armas, al igual que Fano, una milicia que dice representar al pueblo Amhara, la segunda comunidad étnica más grande de Etiopía. Informes emitidos por las Naciones Unidas indican que este conflicto ha matado a más de 230 personas.

Los estudiantes de un grado superior asisten a clases en la escuela católica Beato Gebre-Michael en Bahir Dar. (foto: Petterik Wiggers)

A mediados de enero, se había restablecido una relativa paz en Amhara y las universidades anunciaron que las clases se reanudarían en febrero. Samuel esperaba retomar sus estudios en ciencias alimenticias y tecnología pos-cosecha. Sin embargo, muchos compañeros, sin esperanza de retomar las clases, abandonaron los estudios.

Durante la suspensión de clases, Samuel participó en el programa de capellanía de la universidad local, dirigido por monjes cistercienses. La capellanía funciona en una iglesia ubicada en los terrenos de la Escuela Católica Debre Selam Mariam.

“Les brindamos orientación espiritual y enseñanzas todos los domingos, especialmente sobre cómo afrontar el conflicto utilizando las sagradas palabras de Dios”, dice el padre Tamiru Adugna, O.Cist., que ha servido en Gondar desde 2017.

La capellanía también apoya a los universitarios cubriendo los costos de transporte hacia y desde la liturgia dominical, ofreciéndoles un desayuno y brindando asistencia para ropa nueva u otros artículos en ocasiones especiales, como la graduación.

El año anterior, la capellanía acompañó a 34 estudiantes de las universidades cercanas de Gondar y Debark. Aunque el programa no pudo reiniciarse el pasado octubre como de costumbre, debido a la suspensión de las clases, los monjes mantuvieron un contacto regular con los estudiantes que esperan en sus casas la reanudación de las clases.

“Nos saludamos y los animamos”, dice.

El Padre Tamiru Adugna se dirige al estudiantado de la escuela católica Debre Selam Mariam en Gondar durante la celebración navideña de la escuela, el 5 de enero. (foto: Petterik Wiggers)

Además de servir en la capellanía, el padre Adugna es presidente de la directiva de la escuela privada Debre Selam Mariam, que fue fundada por los misioneros combonianos en 1961 y transferida a los cistercienses en 1980. Actualmente cuenta con 160 empleados y 3.300 estudiantes, desde kindergarten hasta el grado 12.

“A pesar de los desafíos, sobresalimos en los exámenes nacionales”, afirma. “Nos enfocamos en la educación moral, adaptándonos a los cambios en el programa gubernamental. Nuestro entorno fomenta la inclusión y da la bienvenida a estudiantes de todos los orígenes”.

Con la crisis regional, la escuela enfrentó retrasos en la adquisición de materiales educativos y las familias han tenido dificultades para pagar la matrícula a tiempo.

“Colaboramos con las familias para enfrentar los desafíos, enfatizando la necesidad de paz para garantizar un ambiente propicio para el aprendizaje. A pesar de las dificultades, mantenemos la esperanza de un futuro de paz y de normalidad en nuestros servicios educativos”, afirma.

“Como monjes y sacerdotes, rezamos por la paz en la región para todos”.

En Bahir Dar, la capital de la región de Amhara, a unas 105 millas al sur de Gondar, el obispo Lesanuchristos Matheos Semahun de Bahir Dar-Dessie habla de las luchas que enfrentan las comunidades atrapadas en el fuego cruzado: falta de acceso al agua, alimentos, electricidad y medios de comunicación.

Las carreteras bloqueadas obstaculizaron seriamente las actividades pastorales de la iglesia. La Eparquía católica etíope de Bahir Dar-Dessie se estableció en 2015. Su vasto territorio, con una población estimada de 23 millones, va más allá de Amhara e incluye las regiones de Afar al este y de Benishangul-Gumuz al oeste, donde surgió un conflicto armado en 2019.

“Estamos pasando de una guerra a otra, de un conflicto a otro. Es un problema continuo”, afirma. “Todo este conflicto y guerra es entre hermanos y hermanas. Nadie vino de afuera”.

Aunque los católicos son una minoría en la región, subraya el obispo, la diocesis gestiona más de 20 escuelas, incluida una escuela para niños ciegos, y 44 centros médicos.

“Nuestra presencia tiene dos dimensiones”, afirma. “Uno es testimonio y otro es servicio”.

Debido a preocupaciones de seguridad, el obispo ordenó a dos sacerdotes fuera de la eparquía en el Vicariato apostólico católico romano de Jimma-Bonga, al suroeste de Etiopía.

Las jóvenes han sufrido los mayores efectos adversos del conflicto, afirma. Confinadas en sus casas en situaciones extremas, muchas se vieron obligados a contraer matrimonio y, como resultado, abandonaron la escuela.

El conflicto ha tenido efectos traumáticos en los niños, especialmente en los huérfanos, añade. Expresó su preocupación por las enfermedades mentales que el conflicto causa en los niños, incluyendo la depresión y el colapso mental.

Las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl trabajan con niños con traumas provocados por el conflicto en la Escuela Católica Beato Gebre Michael en Bahir Dar. Alrededor de 1.200 estudiantes, desde kindergarten hasta la escuela secundaria, están matriculados en la escuela diurna, que incluye una guardería. 

La hermana Weinitu Woldesenbet, D.C., administradora de la escuela, recuerda cuando cayeron dos bombas en Bahir Dar, una de ellas peligrosamente cerca a la escuela. Padres y estudiantes quedaron perturbados.

“Cuando algo [inquietante] sucede, gritan, lloran, buscan a los mayores y corren de aquí para allá. ‘¿Qué está pasando, hermana?   ¿Qué está pasando?’ Este tipo de preguntas son muy desafiantes para nosotros”, dice. “Tememos por su salud psicológica y por su futuro”.

La escuela cerró temporalmente y los estudiantes dudaron en regresar. Sin embargo, una directiva del gobierno municipal ordenó la reapertura de la escuela, prometiéndoles mayor seguridad.

“Nuestra presencia tiene dos dimensiones. Una es testimonio y otro es servicio”.

Nigist Aslake, la secretaria, subraya el compromiso de la escuela con la igualdad de acceso a la educación, con matrículas que oscilan entre 100 y 600 birr (entre $2 y $11). Los estudiantes reciben comidas diarias y, los que lo necesitan, apoyo en forma de patrocinios y ayuda para la matrícula.

Muchos estudiantes son huérfanos, cuyos padres murieron de SIDA o en un conflicto armado. Otros niños provienen de hogares monoparentales o de bajos ingresos.

La hermana Weinitu dice que la escuela es muy querida por la comunidad local, pero el personal no puede aceptar más estudiantes debido a la falta de espacio.

Las hermanas también ofrecen en la escuela un taller de costura para adultos. Al fin del programa, proporciona a los graduados máquinas de coser para fomentar la autosuficiencia, y los capacita para iniciar sus propios negocios y contribuir a la economía local. En sus 35 años de servicio en Bahir Dar, las hermanas también financiaron la construcción de más de 200 viviendas para las familias más pobres.

La pobreza en la región de Amhara, que ya era más alta que el promedio nacional antes de 2020, se ha visto exacerbada por los disturbios civiles, y por el aumento de la inflación y el desempleo.

“Los estudiantes quieren dejar de estudiar debido a la crisis económica”, dice el padre Adugna, añadiendo que la inflación también ha dificultado el pago de los salarios de los profesores de la escuela Debre Selam Mariam.

La inflación también ha obstaculizado el trabajo pastoral y humanitario de la Eparquía de Bahir Dar-Dessie, algunos gastos básicos se han triplicado, dice el obispo Matheos. Además, aunque la iglesia sigue caminando con los que sufren, las donaciones del extranjero, de las que Etiopía depende en gran medida, han sido más difíciles de conseguir, ya que otros conflictos en todo el mundo, como las guerras en Gaza y Ucrania, han captado mucha atención.

“Lo único que tenemos es nuestra buena voluntad, nuestro buen corazón, nuestra compasión, nuestra humanidad. Somos personas que vivimos con ellos y compartimos lo que tenemos con ellos”, dice sobre el trabajo de la iglesia con los pobres. “Pero estamos realmente 100% seguros de que la providencia de Dios vendrá”.

Refiriéndose nuevamente a los conflictos armados en el territorio de su eparquía, el obispo reitera que “no hay ningún enemigo extranjero. Son todos hermanos y hermanas, estamos luchando entre nosotros”.

“Con suerte, con la ayuda de la oración de muchas personas, principalmente de nosotros mismos, esto parará y viviremos como vivíamos antes: en paz”.

Conexión CNEWA

Por mucho tiempo, el apoyo de CNEWA a la iglesia en Etiopía ha estado al servicio de los más vulnerables del país. Nuestro compromiso ha sido reconocido por líderes de la iglesia, incluyendo al obispo Lesanuchristos Matheos Semahun de Bahir Dar-Dessie, cuya eparquía incluye áreas del país que actualmente atraviesan un conflicto armado y disturbios civiles. A pesar de años de conflictos y desastres naturales, dice el obispo, la iglesia en Etiopía sabe que puede confiar en la solidaridad y el apoyo continuos de CNEWA para su trabajo pastoral y humanitario, incluso para sus escuelas, programas de alimentación, capellanías universitarias y formación sacerdotal.

Ayude a la iglesia en Etiopía que depende de nuestro apoyo. Llame al 1-866-322-4441 (Canadá) o al 1-800-442-6392 (Estados Unidos) o visite: https://cnewa.org/es/donde-trabajamos/norestedeafrica/etiopia.

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Hikma A. Abdulmejid es periodista independiente y profesora de periodismo y comunicaciones en la Universidad de Addis Abeba en Etiopía.

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