Nota de los directores: Para destacar el 75 aniversario de la fundación de la Misión Pontificia, cada edición de la revista, en este año de múltiples aniversarios, incluirá un artículo sobre este esfuerzo especial de la Santa Sede en el Medio Oriente.
En la edición de marzo, presentamos los esfuerzos de la Iglesia caldea en la región del Kurdistán iraquí para reconstruir la comunidad cristiana y sus instituciones, y para empoderar a los jóvenes adultos para que se conviertan en líderes en la renovación de su país.
Yousif Gawhar habla con entusiasmo sobre su relación con Jesús. A los 25, como muchos jóvenes cristianos comprometidos en el mundo, ha pensado y cuestionado quién es Jesús. A diferencia de la mayoría, su fe tomó forma a partir del terror.
Nacido en Bagdad, huyó con su familia de la capital iraquí a Erbil, en la región norteña de Kurdistán, después de que el hotel de su padre fue confiscado en 2005 y sus vidas amenazadas. Gawhar heredó la fe de sus padres, pero, durante la persecución violenta y los años siguientes, la hizo suya.
Hoy vive en Ankawa, una ciudad mayoritariamente cristiana a cinco millas al norte de Erbil. Domina tres idiomas —árabe, inglés y siríaco— y es funcionario de recursos humanos de una organización no gubernamental internacional.
Gawhar es miembro de la Iglesia caldea, una iglesia católica oriental de rito siríaco oriental que es autóctona de Irak, Turquía, Siria e Irán y atribuye su fundación al apóstol Tomás. Es feligrés de la Catedral de San José en Ankawa, donde es catequista voluntario y participa en la Fraternidad de Trabajo Apostólico de San José, un grupo para jóvenes adultos, algunos con caminos de fe similares al de él.
Antes de la invasión de Irak liderada por Estados Unidos en 2003, casi 1,5 millones de cristianos vivían en el país, según el Informe Internacional sobre Libertad Religiosa en Irak del 2022 del Departamento de Estado de Estados Unidos, y los católicos caldeos eran los más numerosos.
Cientos de miles de cristianos iraquíes huyeron de la persecución religiosa que surgió durante la guerra de Irak (2003-2011). Los grupos militantes atacaron a las comunidades cristianas hasta el 2014, bombardeando 77 iglesias y edificios religiosos y matando al menos a 1.200 cristianos, entre ellos el arzobispo caldeo Paulos Faraj Rahho de Mosul y varios sacerdotes.
El derramamiento de sangre y el terror empeoraron en junio de 2014 con la insurgencia de ISIS, que saqueó ciudades cristianas en la llanura de Nínive, destruyó iglesias, secuestró mujeres y mató a civiles inocentes. Un tercio de Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak, que tenía una importante población caldea, fue arrasada, y 13.220 familias cristianas de aldeas capturadas por ISIS fueron desplazadas. Esas familias cogieron lo que pudieron y condujeron o caminaron hasta la frontera con Kurdistán. Allí, la guardia del gobierno les ordenó abandonar sus vehículos y caminar las 12 millas restantes a Erbil.
Gawhar recuerda cómo los jóvenes de Ankawa iban a los puestos de control a recoger a los desplazados para llevarlos a Ankawa, donde se refugiaron en iglesias.
La brutal violencia de ISIS contra cristianos y yazidíes ha sido reconocida por miembros de la comunidad mundial como genocidio. Hoy en día, el número total de cristianos en Irak es menos del 1% de la población estimada en 42 millones. Los católicos caldeos siguen siendo la comunidad cristiana más numerosa, unos 250.000 fieles, según la Fundación Cristiana Iraquí. Pero, la mayoría vive en la diáspora, mayormente en Estados Unidos. De los cristianos que permanecen en Irak, la mayoría vive en Kurdistán.
En marzo de 2021, el Papa Francisco realizó, lo inimaginable solo unos años antes, la primera visita papal al país. Ante los escombros en la Plaza de la Iglesia de Mosul, predicó la “convivencia armoniosa” y oró por las víctimas de la guerra. El día anterior, visitó al Gran Ayatolá Ali al Sistani, un alto líder religioso de los musulmanes chiítas, quien hizo una aparición pública poco común para la ocasión.
La visita del papa permitió a la comunidad cristiana de Irak mostrar públicamente las brasas de esperanza y fe que habían avivado durante más de una década de intensos combates y persecuciones. “Fue un mensaje de paz, especialmente para los cristianos, de que no están solos”, dice Gawhar.
La visita papal “dio esperanza” y tuvo “un gran impacto, no solo en las comunidades cristianas, sino en todo Irak”, añade. “Unió a todas las religiones”.
Gawhar es uno de varios jóvenes de la Archieparquía de Erbil que se han aferrado a la esperanza, pero que también expresan su preocupación por el futuro del país y por la comunidad caldea como iglesia en la periferia. La cultura actual tiende a enfatizar los problemas por encima de las soluciones, dice, y él solo tiene “un 10% de esperanza en el futuro”.
Aun así, dice, es parte del “equipo que se queda”.
“Mi fe me da la esperanza de un Irak mejor”, añade. “No puedo imaginarme yéndome. Me quedaré hasta que me echen”.
El arzobispo caldeo de Erbil, Bashar Matti Warda, C.Ss.R., trabaja lentamente para cambiar la cultura con un enfoque basado en soluciones. Desde su entronización en 2010, ha establecido varias instituciones administradas por la iglesia en su archieparquía, incluyendo un hospital, cuatro escuelas primarias y secundarias, la Universidad Católica en Erbil y algunos proyectos de medios de comunicación, incluida una estación de radio. En conjunto, estas instituciones emplean a más de 750 personas, de entre 23 y 45 años, casados y solteros. El arzobispo atribuye el celo de los jóvenes empleados en esta obra a la providencia.
“Dios quiere que nos quedemos [en Irak] y está dirigiendo todo el trabajo, abriéndonos puertas cuando pensamos que ya todo está acabado”, dice.
Los jóvenes desempeñan un papel importante en la visión del arzobispo para la paz y estabilidad regionales a través de la educación y oportunidades económicas. El objetivo es “no solo mejorar, sino empoderar a los jóvenes a que asuman su papel de líderes y contribuyentes”, dice.
El Encuentro de Jóvenes de Ankawa, celebrado cada año desde 2013, es un importante esfuerzo de ministerio juvenil para los caldeos en Irak. Los participantes salen fortalecidos por una comunidad de fe y renovados en sus vidas espirituales por oradores dinámicos, tiempo en oración y compañerismo. En 2023, el evento de fin de semana atrajo a más de 1.700 jóvenes caldeos de 60 parroquias de siete eparquías.
“Realizar esta reunión para los jóvenes le da vida a la iglesia”, dice.
Como parte del ministerio juvenil y los esfuerzos de formación, cada parroquia de la archieparquía también ofrece catequesis a 1.200 niños y adolescentes, de 5 a 18 años.
Vina Yousif, de 26 años, ha sido subdirectora durante dos años en la Escuela Internacional Mar Qardakh en Ankawa, fundada por la archieparquía en 2010. Casi 600 niños cristianos reciben instrucción en inglés en el programa de bachillerato internacional de la escuela.
Ella estudió catequesis y evangelización en el Colegio Babel, que fue fundado en Bagdad en 1991, y se trasladó a Erbil por razones de seguridad en 2007. Está afiliada a la Pontificia Universidad Urbaniana de Roma y ofrece formación teológica para laicos y seminaristas católicos caldeos.
Yousif dirige también la Fraternidad de Trabajo Apostólico de San José. Sus miembros oran juntos, organizan reuniones sociales y ayudan con otras necesidades en la catedral. En cualquier momento, estos adultos jóvenes “dejan todo” para ofrecerse como voluntarios por un turno de 12 horas o más, dice.
“Estoy muy impresionada con los jóvenes, ansiosos por servir a la iglesia y servir a la comunidad sin nada a cambio”, dice.
La Dra. Daniella Hanna, 26, es doctora residente junior en el Hospital Maryamana, ubicado al otro lado de la calle de la catedral de Ankawa. Fundado por la archieparquía en 2020 para servir a personas de todos los credos —la capilla del hospital y la mezquita se construyeron una al lado de la otra— el centro médico ofrece atención especializada, que incluye medicina familiar, un centro de maternidad y cirugía.
Hanna dice que su fe se había entibiado en los últimos años, pero una crisis personal la llevó a volver a comprometer su vida con Cristo.
“Es mi mejor amigo. Escucha los susurros de mi corazón. Es el líder de mi vida. Es mi escudo. Es mi sanador”, dice.
“Cuando tuve la oportunidad de conocer a Jesús, mi perspectiva de todo cambió. Mi perspectiva de la vida cambió, y ha impactado mi actitud y comportamiento como doctora y hacia mis pacientes”, dice.
Su “papel como cristiana”, frente al sufrimiento de sus pacientes y sus familiares preocupados, es “darles esperanza, hacer lo mejor que pueda por ellos”, dice.
“Siempre he creído que somos luz y sal”, dice. “Cada vez que voy a un hospital diferente con personal diferente, inmediatamente saben que soy cristiana. Empiezan a contarme su dolor, sus malas experiencias. Confían en mí”.
Dice que la poca esperanza que tiene para el futuro de Irak está en su gente y en su capacidad de “dar amor, difundir el amor, la honestidad y la bondad entre los ciudadanos. Así es como podemos construir un mejor país y avanzar”.
Raaed Asaad viaja 60 millas de ida y vuelta desde Kirkuk, su ciudad natal, hasta Erbil para estudiar relaciones internacionales en la Universidad Católica en Erbil (U.C.E.). Fundada por la archieparquía en 2015, la universidad otorga títulos de cuatro años y da la bienvenida a estudiantes de todas las tradiciones religiosas.
Criado en una cultura que valora los logros laborales, Asaad encontró en la U.C.E. el enfoque de aprendizaje que buscaba, que privilegia y desarrolla la libertad de pensamiento y enfatiza la importancia de la coexistencia en una sociedad tan diversa como Irak.
“Nuestro camino de aprendizaje hace realidad nuestros sueños y forma nuestra personalidad”, dice.
Añade que su fe cristiana y la Iglesia caldea son importantes para su identidad. Ser cristiano en Irak es ser una persona de paz, que promueve la paz y la tolerancia, y contribuye a la sociedad, explica.
“Aspiro a que la comunidad cristiana en Irak tenga un profundo sentido de pertenencia”, dice. “Este lugar, esta cuna de la civilización enfrentó muchas atrocidades, guerras y muchas dificultades, pero espero mantener la creencia de que este es nuestro lugar, nuestra tierra”.
A pesar de que las sólidas instituciones dirigidas por la iglesia siembran esperanza y animan a los cristianos a permanecer en Irak, los temores de la juventud caldea no pasan desapercibidos para el arzobispo Warda.
“Para ser honesto, siempre hay miedo sobre el futuro”, dice. “Nuestros jóvenes, a pesar de todas estas ansiedades y preocupaciones sobre el futuro, están llenos de esperanza. Aman la vida. Tratan de sacar lo mejor de ello”.
“Dedican tiempo a la oración y a otras actividades de la iglesia y se encargan de desarrollar sus capacidades para conseguir un buen trabajo. Tratan de mejorarse a sí mismos”.
El arzobispo añade que su visión para su iglesia incluye algo más que ofrecer buenos empleos y seguridad a los jóvenes cristianos. Es en la edificación de los jóvenes que la Iglesia caldea perdurará en Irak, dice, y con ella la esperanza que solo Cristo puede traer.
“Si nos fuéramos, ¿quién traería a Cristo a Irak? ¿Quién sería la luz de Cristo para la gente de aquí, si no nosotros?”
Conexión CNEWA
La iglesia en Irak es pequeña pero fuerte en su testimonio y en servicios para todos. CNEWA continúa adaptando su apoyo, como en los sucesivos períodos de inestabilidad en el país, para ayudar a la iglesia a satisfacer las necesidades de la gente. Operando como Misión Pontificia en el Medio Oriente, CNEWA alienta los esfuerzos de la iglesia para formar una nueva generación de líderes cristianos a través de la educación, apoyando a las instituciones de educación superior, incluido el Colegio Babel en Erbil. Los fondos de CNEWA también apoyan programas de cuidado infantil, de ancianos y de personas con discapacidades.
Para ayudar a CNEWA a continuar este trabajo en Irak, llame al: 1-800-442-6392 (Estados Unidos) o 1-866-322-4441 (Canadá) o visite https://cnewa.org/es/donde-trabajamos/medio-oriente/irak.
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