Cada vez más, la violencia es la “solución” que está siempre lista para todos los problemas de nuestra sociedad y nuestro mundo.
En caso de duda, ¡dispara!
Dos estudios recientes, la “Encuesta sobre Conflictos Armados” del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, conocido como IISS, y “Los Conflictos Armados Actuales” de la Academia de Derecho Internacional Humanitario de Ginebra, señalan un aumento y una intensificación de la violencia en 2023, y al mismo tiempo añaden que las víctimas mundiales debidas a la delincuencia organizada están aumentando e intensificándose a un ritmo aún mayor.
“Los Conflictos Armados Actuales” contabiliza 114 conflictos internacionales, así como conflictos entre facciones rivales y levantamientos en el 2023. Hay más de 45 conflictos en el Medio Oriente y en África del Norte; más de 35 en África; 21 en Asia; siete en Europa y seis en América Latina. Esta violencia afecta a todos y cada uno de los lugares donde CNEWA brinda servicios.
¿Qué tiene que ver la no violencia con la Pascua?
El Viernes Santo, Poncio Pilato, el procurador romano de Judea (26-36 d.C.), condenó a Jesús a ser crucificado. Tanto el método de ejecución como la inscripción en la cruz, “Jesús de Nazaret, Rey de los judíos”, indican que Jesús fue asesinado por los romanos por un crimen romano: insurrección y traición.
Mientras que las fuentes cristianas de esa época, como los Evangelios, fueron amables con Pilato, las fuentes judías, Flavio Josefo y Filón, lo describieron como un hombre cruel y violento. Las fuentes judías pueden estar más cerca de lo que fue la realidad. La ocupación romana tuvo poco o nada de benigno. Roma respondía a cualquier amenaza contra su poder ya sea real o, en el caso de Jesús, inventada con una violencia masiva. El genocidio, la crucifixión y la esclavitud masiva eran los instrumentos que siempre disponibles en la caja de herramientas de Roma.
Fue la violencia romana la que aplastó a Jesús en la cruz. El advenedizo galileo no era nada en comparación a la violencia del poder romano. Sin embargo, en menos de 72 horas, una tumba vacía lo cambió todo. Cristo resucitó de entre los muertos. El poder de la violencia, el poder de la muerte misma se quebró. La Buena Nueva de la Resurrección, de la Pascua, es que, aunqie continúa la lucha contra la violencia, lo que ocurrirá final no está en duda.
Como cristianos, nuestra fe en Cristo resucitado y vivo nos da la convicción profunda y práctica de que la violencia en todas sus horribles formas nunca vencerá. Es algo profundo en el sentido de que Cristo resucitado, en quien hemos sido bautizados, es el centro de nuestra fe e identidad, y es algo práctico en el sentido de que nos llama y nos desafía a ser no violentos como lo fue Cristo. Eso no es nada fácil y con demasiada frecuencia los cristianos hemos optado por pasarlo por alto en lugar de luchar con eso.
Jesús se describió a sí mismo como “humilde” (Mt 11:29). El Domingo de Pascua, Dios en Cristo mostró definitivamente que ser humilde no significa ser tímido o temeroso, y absolutamente no significa ser débil. Sin ejércitos, esclavizaciones masivas y violencia institucional o personal, el humilde y victorioso Cristo fue más poderoso que todas las legiones de Roma. El Domingo de Pascua, ante los reportes de un aumento de la violencia, nosotros los cristianos no nos desanimamos. Más bien, nos fortalecemos en nuestra determinación de ser agentes activos de la no violencia en nuestras vidas y en el mundo, comprometiéndonos con una espiritualidad de la no violencia. Al ver a Cristo Resucitado, reconocemos que a pesar de tanta violencia en nuestro mundo, ser agentes activos de la no violencia y ser personas humildes realmente significa estar en el lado triunfante.